Alcanza 'mojado' cima académica

AutorMarcela Turati

La maestra de primaria le dio a Panchito Jiménez un recado para sus padres. Ellos, jornaleros indocumentados recién llegados a Estados Unidos, no entendían inglés y tampoco sabían leer, por lo que pidieron a un vecino que lo tradujera. El les mintió: les dijo que Panchito era distraído, pero que pasaría el año. En realidad la nota decía que era un retrasado mental que no entendía nada.

Medio siglo después, Panchito, un mexicano que cruzó la frontera cuando tenía cuatro años arrastrándose por un hoyo cavado por su papá, fue reconocido como el mejor profesor de Estados Unidos a nivel de maestría.

El premio, otorgado por el Consejo para el Avance y Apoyo de la Educación y por la Fundación Carnegie, es considerado el "Oscar" de los educadores. Francisco Jiménez y otros tres maestros ganadores en diferentes categorías fueron seleccionados de entre 400 nominados.

El profesor de literatura y cultura mexicana en la universidad jesuita de Santa Clara, California, nació el 29 de junio de 1943 en Rancho Blanco, Jalisco. Llegó con su papá, su mamá y su hermano mayor Roberto a California y a los seis años comenzó a trabajar con ellos como jornalero agrícola: 10 semanas de verano recolectaban fresas en Santa María, en septiembre cosechaban uvas o pizcaban algodón en Fresno, en febrero regresaban a Santa María a desorejar lechugas o recoger zanahorias.

La familia Jiménez, que creció a ocho hijos, se movía siguiendo el ciclo agrícola. Empacaba todas sus pertenencias en cajas de cartón. Vivía en tiendas de campaña o barracas, sobre pisos de tierra, sin luz, agua o drenaje.

Cuando la cosecha se lo permitía, Panchito asistía a clases, situación difícil para un niño que entraba a la escuela con dos meses de retraso y que en un año cambiaba hasta tres veces de pueblo. En su libro autobiográfico "Cajas de Cartón", Jiménez narra: "(La escuela) me gustó tan pronto como la vi porque, a diferencia de nuestra carpa, que tenía piso de tierra, el salón de clases tenía piso de madera, luces eléctricas y calefacción. Se sentía muy cómoda. (En mi primer día) cuando la maestra comenzó a hablar yo no entendía nada de lo que estaba diciendo, ni una palabra.

"Pensé que a lo mejor poniendo más atención empezaría a entender, pero no fue así. Sólo conseguía un dolor de cabeza".

En entrevista tras haber recibido el premio, Jiménez, de 59 años, dice que utilizó la pobreza y las experiencias que de niño lo deprimían para levantarse la moral y salir adelante.

"Aprendí de niño que la educación me daría el sentido de estabilidad y de permanencia que añoraba, porque cuando nos mudábamos...

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