Entrevista / Alejandro González Iñárritu: El cazador de mariposas
Autor | Jaime Reyes Rodríguez |
Hay algo de inevitable en la forma en la que las acciones de una persona, a 20 mil kilómetros de distancia, puede afectar la vida de otra persona, asegura en entrevista el cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu.
"Un pequeño evento crea estas ondas, una resonancia que nos afecta. Ante esto, hay que empezar a pensar holísticamente", dice.
Y en la obra de González Iñárritu, estas ideas son llevadas al límite. Sus filmes recuerdan un poco la Teoría del caos y, específicamente en Babel, su más reciente obra, aparece muy clara la alusión al llamado "Efecto mariposa", esa idea de que pequeñas variaciones en las condiciones iniciales de un sistema dinámico pueden producir grandes variaciones en el comportamiento del sistema a largo plazo. Su nombre proviene del antiguo proverbio chino que dice: "El aleteo de las alas de una mariposa puede sentirse al otro lado del mundo".
¿Hay algo de esto en sus filmes de manera consciente?, ¿cuál es la idea del mundo que quiere reflejar en su obra?
De pequeño, estaba obsesionado con una idea, pensaba mucho en la respiración; a veces me costaba trabajo respirar, y pensaba demasiado en la respiración y en el acto involuntario de respirar, pero más allá de eso, pensaba en el aire, pues alguna vez en alguna clase, cuando tenía como 13 años, me dijeron que las moléculas de oxígeno existentes son las mismas desde que la Tierra es la Tierra. Entonces, por millones de años, estas moléculas de oxígeno que han estado flotando no han variado, y siempre me obsesionó la idea de que este mismo aire que ahora respiramos tú y yo, hoy viene de Asia y mañana se irá a África, y que este mismo aire lo respiraron Jesucristo y Buda, pero también Hitler y Stalin. Entonces esa conexión, ese aire que inhalamos y exhalamos contiene parte de nosotros, y así nos vamos conectando en el tiempo.
Además, como herramienta para crear una tensión dramática, la idea de dos historias que están conjuntamente formándose y que inevitablemente van a colapsarse, me encanta. Me parece hermoso que sea inevitable, pero no previsible, porque no sabes dónde ni cuándo, y eso hace una gran diferencia en la narrativa que me interesa manejar.
De esta manera, para González Iñárritu el cine es un animal vivo.
"Un animal que vas a cazar, que está vivo, y cuya vitalidad es transformativa, todos los días se transforma. Además, en una película como Babel, durante un año de rodaje, en tres continentes, con actores y no actores -la mayoría de ellos-, es además una experiencia de colaboración muy hermosa, una orgía intelectual y cultural, porque diariamente está la aportación de los actores, del cinematógrafo, del vestuarista, del diseño de producción, de los músicos. Todos estos elementos van afectando la idea, el primer sueño, y mi trabajo era cómo crear armonía con talentos tan diversos y disonantes. Te juro que en un momento sentí que estaba orquestando el caos, sentí que estaba orquestando la locura", comenta.
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