Aleph Cero / Conservación del Ser

AutorShahen Hacyan

El tiempo es una ilusión, aunque muy persistente

  1. Einstein

Heráclito decía que nadie se mete dos veces al mismo río. Pero si todo está continuamente cambiando, ¿cómo reconocemos un río y, en general, todos los objetos del mundo? Para Parménides, la explicación es que nada cambia en realidad: el cambio es una ilusión.

En la antigüedad no había revistas científicas, así que Parménides optó por escribir un largo poema en el cual narró cómo las doncellas del Sol lo guiaron hasta la morada de una diosa que le reveló el secreto del mundo (dichoso él, que contaba con tales apoyos académicos). Ese secreto es aparentemente muy simple: el Ser existe y el no-Ser no existe. Parece obvio, pero la conclusión, llevada hasta sus últimas consecuencias, resulta bastante extraña. En efecto, el Ser no puede transformarse en otra cosa porque lo único distinto del Ser es el no-Ser, pero ése no existe; por lo tanto el Ser debe ser eterno, inmutable, sin principio ni fin. Además, el Ser no puede dividirse porque un pedazo suyo sería algo distinto de él, lo cual tampoco existe, así que el Ser es indivisible y Uno.

La conclusión es que no hay cambio. Pero, dirá cualquier persona sensata, es obvio que el tiempo transcurre y las cosas cambian.

Pues bien, si se acepta el argumento de Parménides, se sigue necesariamente que todo cambio es una ilusión propia del pensamiento humano.

Paul Feyerabend señala atinadamente que la conservación del Ser es la primera ley de conservación de la historia. En la era moderna, los filósofos naturales descubrieron conceptos como impulso, energía y, en general, cantidades conservadas que juegan un papel fundamental en la física.

Volviendo a Parménides, su argumento parece un simple juego de lenguaje, pero refutarlo no es tan fácil como parece. Su discípulo Zenón de Elea ideó varias paradojas para ilustrar las contradicciones a las que llevan los conceptos de espacio y tiempo. La más célebre es la de Aquiles y la tortuga.

Imaginemos, dijo Zenón, una carrera entre el veloz Aquiles y una tortuga a la cual se le concede cierta distancia de ventaja.

Empiezan a correr al mismo tiempo pero cuando Aquiles llega al punto desde el cual arrancó la tortuga, ésta ya avanzó alguna distancia. Se repite el proceso: Aquiles llega a donde se encontraba la tortuga la segunda vez, pero ella ya avanzó en ese lapso... y así indefinidamente. Si bien la separación entre los dos competidores se acorta cada vez más, no desaparece por completo; en...

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