Alivian sus manos los pies migrantes (I)

AutorImelda Robles

CIUDAD JUÁREZ.- En un cuarto con estantes llenos de medicamentos entran y se recuestan en una camilla, algunos enteros tras intentarlo, otros desgarrados en su intento. Esos pies son el reflejo del tormento que les ha tocado vivir.

"Se fue", responde Tatiana, salvadoreña de 17 años, sin emociones de por medio, como si no le diera importancia al abandono que acaba de sufrir.

Es un lunes de diciembre y la temperatura ronda los 8 grados en Ciudad Juárez. Apenas el miércoles de la semana anterior se enteró de que tiene tres meses de embarazo. Cuando le dijo a su novio, recuerda, él se puso contento.

Dos días después, el novio, de 24 años, se fue de la Casa del Migrante de esta ciudad sin despedirse siquiera.

Huyó de El Salvador el 9 de noviembre con el novio, con quien tenía una relación de 8 meses. Su mamá vive en Los Ángeles, y no la ha visto desde que tenía 6 años. No conoció a su papá.

Jorge está con ella, le hace algunas preguntas y cierra los ojos e intenta concentrarse. Sus manos, cubiertas con unos guantes blancos de látex, pasan suavemente por la planta del pie de Tatiana.

El masaje en los pies y la catarsis comienzan.

II

Tatiana cuenta que un coyote los ayudó a viajar en avión de Mérida a la Ciudad de México y de la Ciudad de México a Chihuahua con documentos falsos.

No sabe cuánto le pagaron.

Su futuro hoy es incierto en esta ciudad fronteriza con El Paso, Texas.

"Lo que yo estoy viviendo no es nada comparado con lo de ellos", afirma Jorge, de 43 años, de ojos claros que esconden un poco su color tras unos lentes de pasta negra.

Se divorció a los 41 años tras 18 años de un matrimonio en el que procreó a dos hijos, hoy de 18 y 16 años.

"Con encerrarte en ti mismo y no servir pierdes más, porque cuando estás dando, estás potencializando, estás entrando a tu etapa creativa y de ayudar, y eres útil, vas dejando en la humanidad".

III

"Los pies de Cristo". Así nombró Jorge Gutiérrez García a esa aventura que inició en septiembre de 2013 en la Casa del Migrante en Ciudad Juárez.

El nombre, dice, lo tomó de Jesús, quien lavó los pies de sus 12 discípulos antes de morir. Él se propuso hacer algo parecido con los pies de migrantes que pasan por este albergue.

El Padre Javier Calvillo, director de la Casa del Migrante de Ciudad Juárez, aceptó sin vacilar la propuesta.

"La experiencia de los militares que se están poniendo ya en el sur hacen que los muchachos vayan a rodear más por Chiapas, esto ocasiona más selva, más caminar, más peligros"...

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