Más allá de los clásicos

AutorCecilia Núñez y Carmen González

Comala: El tiempo sin sentirlo

REFORMA / Staff

Pintorescas hileras de casas blancas suben y bajan sin ningún patrón sobre el fondo de un valle verde. Sus calles, totalmente desiertas al mediodía, comunican la apacible marcha con la que, como el arriero, vienen y van los asuntos de este pueblo entumecido, sacado de alguna fotografía gastada de la Revolución.

Su silencio parece sedarlo todo. Apenas puede uno imaginarse la conmoción que crea el repique de las campanas de la Parroquia de San Miguel, y el escándalo con el que estremece a las pobres palomas que, sobre ellas, miran por horas la acinesia del zócalo.

Sin embargo, a 40 minutos en automóvil, un recorrido en lancha por los manglares de Cuyutlán es una buena razón para estirar los brazos y levantarse de un asiento.

Túneles enramados, que apenas filtran un poco de luz, esconden un raudal de vida para el que hay que estar todo el tiempo alertas: Cocodrilos, serpientes, garzas.

Cae la tarde. Una visita a la Ex Hacienda de Nogueras, ya de regreso en Comala, es un buen pretexto para posponer la comida y conectarla con los tragos de la noche.

La casona fue hogar de Alejandro Rangel Hidalgo, uno de los artistas colimeños más importantes del siglo 20, y ahora está convertida en un museo que expone tres facetas del artista: la de diseñador y fundador de la Escuela de Artesanías Comala, la de pintor y la de coleccionista y admirador de la cerámica prehispánica encontrada en los alrededores de su hogar.

Las soberbias piezas prehispánicas en exhibición parecen más del Museo de Antropología que de uno "familiar", donde falta información que ubique al visitante.

La tarde comienza a apagarse en Comala. Los restaurantes que rodean la plaza principal, confirman que en este pueblo dormilón sí hay vida. Sólo hay que pagar el trago; los mariscos corren por cuenta de la casa.

Los guitarristas ofrecen sus boleros a los comensales. Los foráneos se delatan al decirles "no" moviendo las manos como si ahuyentaran moscas de su mesa. Los locales, en cambio, pagan cinco pesos por cada canción.

La noche concluye en una cantina en Los Arcos; como en todo el pueblo, el servicio avanza con letargo. Después de 20 minutos, aún no llega la primera cerveza.

Comala es una siesta a la que pocos acuden pero de la que ninguno se quiere despertar.

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Guía práctica

Cómo llegar

Desde la Ciudad de México

Aeromar tiene vuelos directos a Colima todos los días. El trayecto, dependiendo de la velocidad del viento, puede durar entre 2 y 2 horas y media.

Para llegar a Comala, se puede tomar un autobús o un taxi desde Colima, que tarda menos de 20 minutos.

Clima de temporada

20-25 grados.

Duración de la visita

Cuatro días.

Dónde dormir

Hotel Hacienda de San Antonio, a unos 15 minutos de Comala. Se trata de una alternativa de gran lujo, ubicada en las faldas del hermoso volcán de Colima.

Qué comprar

Imitaciones artesanales de piezas prehispánicas.

Dónde comer

La plaza central esta rodeada de los llamados "botaneros". Se trata de un buen negocio para el visitante: comer todos los sopes y tostadas de mariscos posibles, y solo pagar las bebidas consumidas. La recomendación es el clásico botanero "Don Comalón".

Qué probar

Ponche de granada con mezcal.

Pan dulce.

Qué leer

Pedro...

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