Alma Delia Murillo / La nueva vulnerabilidad

AutorAlma Delia Murillo

Hace semanas que no duermo bien. Como tantos, soy presa del insomnio colectivo.

Lo llevo bien cuando el sueño no llega y puedo tontear viendo series o leyendo, pero me descompone desde el fondo del alma cuando despierto en mitad de la madrugada con taquicardia y no hay modo de volver a pegar el ojo. Es ansiedad, estrés, miedo.

En estas intermitencias de insomnio me había dado por imaginar cuánta gente estaría dando vueltas en su cama o en el sillón, o rondando la cocina de su casa al mismo tiempo que yo, fantaseando con los síntomas del virus o simplemente en un estado de alerta que no cede.

Pero hace un par de semanas que mi proyección dejó de ser imaginaria, dos personas cercanas me escribieron en la madrugada para confesarme que tenían pensamientos suicidas. Se me encogió el corazón.

Hay un mensaje constante de muerte que ha empezado a horadar en la psique de muchos, si a eso sumamos el agobio que estarán pasando quienes perdieron el empleo o están en duelo por la muerte de un ser querido; supongo que el planeado regreso a la "nueva normalidad" vendrá con una incalculable carga de estrés traumático colectivo.

Hoy en la mañana encontré afuera de mi puerta un folleto que explica, desde el punto de vista de la Biblia, la razón de ser del Covid-19 y "otras plagas". No es novedad que la culpa le habla al miedo y que la moneda de cambio de la protección que la Iglesia como institución pide trastoca todo principio de realidad y todo principio científico, pero no deja de impresionarme lo difícil (si no imposible) que es cuestionar los preceptos divinos de quienes bajo una fe ciega se explican el mundo como una maquinaria que su Dios mueve a voluntad.

He conversado con amigos de lo complicado que ha sido convencer a sus padres para que se sometan al protocolo de aislamiento, pues la fe religiosa se interpone en el razonamiento y están convencidos de que portan una suerte de inmunidad por protección divina.

Observando el estado emocional y las consecuencias psíquicas que esta pandemia va provocando, no puedo dejar de preguntarme ¿a dónde van a acudir quienes tengan desequilibrios serios?

Me preocupa porque si atinar en los diagnósticos del cuerpo es un lío, en los del alma, más. Si hay gastroenterólogos y dentistas charlatanes, psicólogos también, discurseros políticos más y ni qué decir de los que hablan "en nombre de Dios".

Pienso en las crónicas de la peste negra que relata Gabriele de Mussis donde cuenta cómo los flagelantes...

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