Rafael Alonso y Prieto / Vamos hablando claro

AutorRafael Alonso y Prieto

En ese gran tratado de lógica, filosofía y sentido común que todos debían leer, Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll pone un episodio que vale la pena meditar en esta época de planes y reformas.

Uno de los grandes personajes de la obra es el gato de Cheshire que desaparece paulatinamente hasta que lo último que queda de él es la sonrisa. Pues bien, sintiéndose perdida, es a ese gato a quien se dirige Alicia:

"¿Podría usted decirme, por favor, qué camino debo tomar desde aquí?". "Esto depende, en buen grado, de a dónde quieras llegar", le dice el gato. "No me interesa mucho a dónde", contesta Alicia. "Entonces no importa mucho qué camino tomes", le responde a su vez el gato.

Este episodio debería ser tema de meditación obligada para nuestros políticos y reformadores: ¿A dónde quieren llegar?

El fracaso, en nuestro concepto, de la llamada reforma fiscal depende precisamente de la falta de una respuesta clara a esa pregunta. Muchos creímos que la respuesta era compleja a un sistema fiscal que:

  1. Aumentara los ingresos tributarios.

  2. Lo hiciera mediante la ampliación de la base tributaria y no recargando la ya inequitativa presión sobre los causantes cautivos.

  3. Eliminara los privilegios de quienes legalmente no cubren impuestos o no lo hacen en proporción equitativa.

  4. Disminuyera la carga inequitativa que actualmente soportan los causantes cautivos.

  5. Simplificara pagar impuestos, de modo que el "costo de cumplimiento" disminuyera sensiblemente.

Por no plantear claramente los objetivos y no contestarlos con claridad, terminamos en lo que ahora tenemos: un revoltijo, una especie de olla podrida que, si acaso, satisfará el primero de los objetivos, pero que de hecho contradice a casi todos los otros.

Lo mismo sucede, o está a punto de suceder, con la reforma educativa, especialmente en la educación primaria. Si nos atenemos a los textos constitucionales tal como están ahora (mucho peor como estuvieron antes), no hay profesor ni formulador de planes que pueda decirnos qué se propone: a dónde quiere ir y, mucho menos, qué resultados piensa obtener y cómo medir si se satisfacen o no.

Anteriormente me han comentado que paso de la reforma fiscal a los problemas de educación casi de un brinco. La respuesta está en lo que ahora quiero resaltar: la carencia de una formulación clara y precisa de las metas.

Si lo hiciéramos podríamos definir los medios: el camino, pero, además, podríamos valorar su importancia relativa y, en los casos en...

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