Amante de la vida

AutorAlejandro Rosas

El momento era propicio para la magna conmemoración. Con el sistema político mexicano en pleno auge sonaba la hora de los símbolos, el momento de los iconos que debían legitimar la obra de la familia revolucionaria, había llegado el tiempo de los héroes.

A unos días de haber comenzado el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines, entre bombos y platillos, el Congreso decidió rescatar la figura de aquel venerable anciano en cuyos ojos brillaba la llama de la libertad, quien era recordado exclusivamente en la Ceremonia del Grito.

En la última semana de diciembre, los miembros del Congreso decretaron que 1953, sería, sin más, el año de don Miguel Hidalgo y Costilla, al conmemorarse el bicentenario de su nacimiento.

El Padre de la Patria

En otros momentos, el recuerdo de Hidalgo no había corrido con la misma suerte. En 1853, al cumplirse el primer centenario de su nacimiento, las interpretaciones históricas del momento, escritas por Alamán, Mora o Zavala, criticaron acremente al primer insurgente. Los excesos de sus huestes, y los propios, permanecían presentes en la memoria de toda una generación que vivió los aciagos años de la Guerra de Independencia.

Para Alamán, Hidalgo llenó "de males incalculables a su patria"; para Mora, la guerra iniciada por el cura había "contribuido a la destrucción de un país que en tantos años+ no ha podido aún reponerse de las inmensas pérdidas que sufrió". Por entonces, la figura de Hidalgo distaba mucho de obtener la patria potestad sobre la nación mexicana.

En 1903, al conmemorarse los 150 años de su nacimiento, la situación había cambiado. Ceremonias cívicas, colocación de estatuas en distintos puntos del País, artículos biográficos y semblanzas en periódicos y veladas literarias honraron la memoria de Hidalgo. La celebración no tuvo el esplendor que se vería en las fiestas del Centenario de la Independencia, pero el prócer tenía ya su lugar en el altar de la Patria.

No era para menos, con el triunfo de la generación liberal, la figura de Hidalgo se había agigantado. El cura formaba parte de la genealogía histórica -"evolución política del pueblo mexicano", le llamaría Justo Sierra- de donde provenían liberales como Juárez, Ocampo, Prieto, Lerdo y en ese momento hasta el propio Porfirio Díaz.

Justo Sierra ungió al cura como Padre de la Patria: "Desde el momento en que Hidalgo tomó parte en la conspiración de Querétaro, lo dominó todo con su voluntad y su conciencia+ su propósito se lo dictó el amor a una patria que no...

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