La amarga dulzura del cambio estructural

AutorJosé Luis Alberro

El electorado está furioso, expresa a gritos que no le gusta el rumbo y de nuevo utiliza la alternancia, de la que ha saboreado las mieles como sucedáneo del cambio.

Alternancia política, estabilidad económica

En julio de 2000, fuimos a las urnas 37.6 millones de mexicanos, se quedaron en casa sólo 36 por ciento de los electores. Aunque casi 60 por ciento de los votantes (22.2 millones) lo hizo por la alternancia política, el partido del Presidente no obtuvo la mayoría en el Congreso que le hubiera permitido prescindir de los otros partidos para gobernar. Alternancia sí, ruptura no; cambiar conservando.

El 6 de julio de 2003, más de 10 millones de esos 37.6 millones que salimos a votar en 2000 se quedaron en casa y, de los que sí fuimos a las urnas, casi el 70 por ciento votaron por un partido diferente al del Presidente. De nueva cuenta, carecerá de mayoría en el Congreso, y además la bancada del PAN se encogió casi 2 por ciento.

El electorado está furioso, expresa a gritos que no le gusta el rumbo y de nuevo utiliza la alternancia, de la que ha saboreado las mieles como sucedáneo del cambio. Un millón de personas anuló su voto, cifra 20 por ciento superior a la suma de votos que recibieron los cinco partidos que perdieron su registro; 50 por ciento mayor que los que obtuvo el partido más chico que lo conservó.

A la alternancia en el ámbito político correspondió un cambio radical en las condiciones de (in)estabilidad de las variables macroeconómicas, nunca vista durante los cambios sexenales de las décadas anteriores. El cambio sexenal de 1976 fue acompañado de una devaluación de casi 100 por ciento; el de 1982 de una devaluación de casi 200 por ciento; en 1988, la inflación anual promedio fue de 114 por ciento; y finalmente el cambio sexenal de 1994 fue acompañado por una nueva devaluación de 100 por ciento.

Para sorpresa de propios y extraños, el fin de 70 años de control político del PRI estuvo acompañado por una revaluación (pequeña) y de una tasa de inflación anual de 6.4 por ciento, la menor de las dos décadas previas.

Al igual que en el caso de las transformaciones políticas, estos resultados macroeconómicos reflejan reformas que se acumularon durante dos décadas: la estabilidad lograda es frágil y debe ser defendida con disciplina. Al igual que en el campo político, aún no se han llevado a cabo reformas estructurales -fiscal, laboral, energética- que hubieran representado una ruptura con el pasado. También en el plano económico se han evitado los rompimientos; ahora debemos inventar el cambio, pero en un contexto muy diferente del político. En este último, los actores somos todos mexicanos y las reglas las fijamos nosotros. En la carrera económica basta con bajar el paso para ser rebasado, pues tenemos poco control sobre las reglas del mundo globalizado.

Como "no hay mal que por bien no venga", la lentitud, la resistencia a las rupturas le han permitido a México evitar los excesos económicos y políticos que han caracterizado otras transiciones. Debemos congratularnos de que, durante los últimos tres años, el peso haya estado estable, las reservas creciendo, la inflación y las tasas de interés disminuyendo y el PIB per cápita constante.

Desde la perspectiva de nuestras ambiciones de crecimiento, un PIB per cápita inmóvil es indeseable, pero comparado con lo que sucedió en Sudáfrica, en Rusia o en las repúblicas centroeuropeas cuando hubo cambio de régimen, eso es un logro, y no menor. Si las dictaduras sufren rupturas y fracturas económicas, la dicta-blanda mexicana del PRI experimentó un tránsito concordado y la quietud de una economía que no crece.

Esta calma chicha nos empieza a agobiar, estamos inquietos por nuestro futuro. Temas y conversaciones que habían sido relegados o ignorados aparecen, aunque a jirones y entre líneas. Se trata de nuestro futuro, cuya forma y naturaleza no alcanzamos a entender.

De tanto fijar la vista en recobrar la estabilidad de hace cuatro décadas, hemos debilitado nuestra capacidad de analizar nuestras opciones estratégicas. Nuestra vulnerabilidad al exterior nos hace mirar al mercado interno; nuestra productividad declinante, cuestionar...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR