Ambos mundos / Rushdie en Grecia

AutorSantiago Gamboa

Me interesa mucho la literatura intimista. La que cuenta una vida o la que ofrece una versión de la vida, por frágil o engañosa que sea. Y sus aleccionadoras conclusiones. Tal vez pienso en esto por estar en Salónica, ciudad griega que fue a la vez el centro del judaísmo de la Europa de los siglos XVI y XVII, y uno de los puertos al mar de Tracia con más historia. Lo pienso porque esta ciudad, además de tener una Feria del Libro importante, tiene una avenida central que se llama Aristóteles, y una estatua del filósofo que señorea en una soleada plaza, y soy consciente de que en nuestras presuntuosas aldeas latinoamericanas no hay, que yo sepa, estatuas de filósofos, entre otras cosas porque tampoco hemos tenido verdaderos filósofos, sino divulgadores de pensamientos ajenos, lo que tampoco está tan mal. Es mejor que nada. Pero al caminar por calles que se llaman Heródoto, Heráclito o Epicteto, comprendo que el pensamiento y el urbanismo deben ir de la mano, para continuar habitando la ciudad y la vida. Pensar caminando y asistir así al espectáculo sobrecogedor de las vidas reales. De la propia vida real.

No sé con exactitud por qué pienso todo esto. Escribo sobre la vida porque, con el tiempo, es lo que menos creo conocer y es por eso que me gusta leer lo que otros han escrito sobre ella. Fue el caso estos días con un texto excepcional de Salman Rushdie: sus memorias sobre la condena a muerte por parte de Irán. Un libro maravilloso llamado Joseph Anton. Se titula así porque, durante los casi diez años de cautiverio en que debió esconderse de los asesinos islámicos, el nombre que inventó para usar en las casas seguras, y para uso cotidiano de los agentes de seguridad de Scotland Yard que lo cuidaban, fue ese mismo: la suma de Joseph Conrad y Anton Chejov. Recordemos que por su libro Versos satánicos, en el que escenifica algunos aspectos de la vida del profeta Mahoma, Rushdie fue condenado a muerte, en 1989, por el ayatolah Jomeini.

Y a partir de esa condena ocurrieron dos cosas: se convirtió en el escritor más famoso del mundo, pero también en el más oculto y...

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