Ambos mundos / En Tierra Sagrada

AutorSantiago Gamboa

Nunca pensé tener esta experiencia: visitar en Grecia una región dedicada exclusivamente, desde el siglo IX, a la iglesia cristiana ortodoxa. Está al norte, cerca de la ciudad de Salónica, y se adentra en el mar de Tracia. Es uno de los dedos de la Península Cicládica y culmina en el Monte Athos, un picacho triangular, especie de pirámide que suele tener nieve hasta bien avanzada la primavera y se refleja en el mar, produciendo la increíble sensación de ser una montaña sagrada.

Los monjes que gobiernan ese territorio lo llaman "Estado Monástico Autogobernado" y existe desde la noche de los tiempos. En la Ilíada es mencionado como Agión Óros, pero cuenta la leyenda que, empujada por una tormenta, la Virgen María debió desembarcar en su costa y, sorprendida por la belleza, pidió a su hijo Jesús que este fuera su jardín. Desde ese momento quedó prohibida la entrada a ninguna otra mujer e incluso a los animales hembra, motivo por el cual aún hoy no hay vacas ni gallinas (es decir ni leche ni huevos). Es curioso seguir la historia de esta región, que siempre logró mantener su autonomía y sus leyes ante los diferentes invasores del territorio griego, fueran turcos o nazis alemanes; a veces, claro, a costa de complicadas concesiones. Y más recientemente ante la Unión Europea y el Tratado de Schengen. ¿Cómo justificar al interior de la Europa sin fronteras una península a la que no pueden entrar las mujeres? Los monjes lograron que se respetara su estatuto al adherirse a Europa.

Un barco rodeado de gaviotas me lleva desde la localidad de Uranópolis, en la frontera del Estado Monástico, hasta Dafni, su principal puerto. Luego un bus hasta Karyes, que hace las veces de capital de la Montaña Mágica. Hay allí algunos almacenes de víveres, dos restaurantes, una oficina bancaria. Después, media hora a pie por los senderos de un bellísimo bosque hacia el monasterio serbio de Kelli Marudá, uno de los veinte que hay en la península, un número que no puede ser superado. El monje Macario, el director, es quien da la bienvenida. Un hombre bajito y delgado, casi en los huesos, cuya...

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