Amores Secretos / La zarina y su amor

AutorGuadalupe Loaeza

Gracias a un maravilloso libro, podemos saber todo de una familia importantísima: la dinastía de los Romanov, que reinaron en Rusia desde 1613 hasta 1917, cuando el zar Nicolás II tuvo que abdicar luego de la Revolución de Octubre.

Los Romanov 1613-1918, Crítica, 2017, tiene apenas unos meses que apareció en nuestro país. Su autor, Simon Sebag Montefiore, que sabe todo acerca de los 20 zares que gobernaron a lo largo de tres siglos, hace unos días estuvo en México para participar en el Hay Festival de Querétaro. Algo que no me imaginaba es que este historiador tiene mucho que ver con México, porque sus antepasados fueron los miembros de la famosa familia Carvajal, que fue quemada por la Inquisición en el siglo XVII.

Como le dijo al diario El Español (19/9/2016): "Mis antepasados fueron a gobernar una provincia de México para Felipe II. Después, mi familia fue denunciada como judíos encubiertos y fueron quemados en una plaza pública, en la ciudad de México, a principios del siglo XVII. Uno de ellos escapó, huyó a Italia, se quitó el apellido Carvajal y adoptó el nombre del pueblo al que llegó: Montefiore".

Apenas tuve en mis manos este enorme volumen de más de 950 páginas, me puse a buscar todo lo relacionado con la zarina Alejandra (1872-1918) y su amante, Rasputín (1869-1916). Como es sabido, este místico y curandero ruso entró hasta lo más íntimo de la vida de los zares, luego de que con sus poderes lograra la mejoría del pequeño Alekséi Nikolayévich Romanov, el heredero al trono de Rusia. Este joven -que murió a los 13 años, junto con toda su familia, ejecutado por los bolcheviques- había nacido con hemofilia; es decir, la enfermedad de los nobles. El 12 de octubre de 1906, Rasputín se presentó al Palacio de Alejandro. Montefiore nos dice que tenía entonces 37 años y era un hombre altísimo, de una "larga melena oscura que peinaba de raya en medio, barba descuidada, moreno de piel, con la cara picada de viruelas nariz partida y ojos hundidos de mirada penetrante capaces de fascinar a muchos por su intensidad y de repeler a otros por su descarada teatralidad".

Como llegó con un ícono, sorprendió a los zares; luego de conversar un rato, se ofreció a rezar por el pequeño Alekséi, que se encontraba enfermo a causa de un golpe.

A partir de ese día, la zarina no dejó que Rasputín se alejara de ella. Acerca de ella decían que "poseía una voluntad de hierro unida a no mucho cerebro y ningún conocimiento". Sin duda, Rasputín tenía un atractivo...

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