Anclado a la historia

AutorTania P. Romero

TEXAS. Esta historia comienza en un antiguo portaaviones que vivió el ataque de los japoneses a la base militar estadounidense de Pearl Harbor, en Hawái. Este hecho significó la entrada de Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial.

Nos encontramos en el USS (United State Ship) Lexington Museum on the Bay, anclado en la bahía de Corpus Christi.

Era el 7 de diciembre de 1941 cuando Bob Batterson tenía 20 años y era uno de los cientos de soldados estadounidenses a bordo. Hoy tiene 98 años, su memoria es lúcida y aún camina por los pasillos de esa embarcación.

Portando una playera amarilla de voluntario y una gorra con algunas de las insignias que ha recibido, acude cada lunes al ahora museo para conversar con los visitantes, a contarles sus historias.

Una vez, por ejemplo, escuchó las detonaciones de los atacantes, no veía nada y tenía miedo, pero tomó su arma y disparó hacia arriba azarosamente... Derribó una nave contraria.

Bob accede a tomarse fotos con todos, es afable y asegura que uno de los momentos más importantes de su vida fue cuando, a los 18 años, recibió sus alas que lo acreditaban como piloto aviador.

Aviones antiguos exhibidos en la cubierta del barco, fotos históricas, un tablero sobre el que se marca el número de misión y el número de aviones contrarios derribados, así como los espacios donde dormían los soldados o se les cortaba el cabello, todo hace tener una idea más cercana de cómo era la vida aquí hace más de 70 años.

El ambiente en este barco militar es un poco extraño, quizá se deba al recuerdo de los soldados que murieron durante el ataque en Pearl Harbor o en otras batallas durante la Segunda Guerra Mundial, o a quienes despegaron en sus aviones y jamás regresaron.

Pero al mismo tiempo hay una fascinación al poder recorrer el recinto libremente, a placer, hasta llegar al puente de mando o al increíble hecho de haber conocido a un veterano de guerra, sobreviviente de uno de los episodios más importantes de la historia mundial.

Se trata de subir y bajar escaleras, atravesar pasillos, ver en los marcos de algunas paredes señalizaciones estratégicas, codificadas en números, para encontrar la salida o el refugio más seguro, en caso de alguna situación ofensiva.

Adentro y afuera hay algo en común: la gente que trabaja en el USS Lexington o que es voluntaria recibe con una sonrisa a los visitantes, desde el abuelo que conduce el camión que lleva por la rampa desde la entrada a pie de calle a la entrada principal del museo.

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