Andar y Ver / El hilo fantasma

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

En esta temporada de cine, me interesa detenerme en una película que no es de iguanas enamoradas, ni de bombardeos alemanes, ni de grandes estadistas, ni de la empeñosa búsqueda de un criminal. Me detengo en una película cuya escena más emocionante gira alrededor de la furia que le provoca a un hombre el mordisqueo de un pan. La sacrosanta ceremonia del desayuno violentada por el insolente ruido de un cuchillo untando mantequilla a la tostada. La rabia que apenas contiene el protagonista ante el insoportable crujido del pan entre los dientes. La trepidante escena es clave para comprender el sentido de la cinta. Los ritos diarios empiezan con el primer alimento: si el desayuno no es perfecto, es imposible recuperar el día, dice la mujer dedicada a preservar los rituales del creador.

El hilo fantasma, la nueva película de P. T. Anderson muestra la vida de un obsesivo diseñador inglés que suele coser mensajes invisibles en sus prendas. Palabras ocultas en el doblez de una blusa o en el encaje de un vestido. Letras cosidas para no ser leídas pero destinadas al encantamiento. Mensajes para que la tela no sea cubrimiento sino injerto. La casa que habita el maestro del hilo y la aguja también está encantada. Con frecuencia recibe la visita de un fantasma y puede sentirse ahí la sombra de la Rebeca de Hitchcock. "Hay un aire de muerte silenciosa en esta casa" dice el protagonista en algún momento.

La cámara apenas sale de las paredes de la mansión porque la atmósfera que captura es monástica. El templo es un refugio contra la vulgaridad que acecha. Un monasterio de sedas, agujas, listones, telas, tijeras, costureras y modelos. Uno de los pocos estallidos de emoción brota en el momento en que el diseñador escucha la palabra "chic", ¿qué diablos...

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