Andar y Ver / Sembrar pájaros

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Hay tiempo. Hay que darse tiempo. Ese era el consejo que Manuel Álvarez Bravo le daba a Graciela Iturbide, su achichincle. La fotografía llegará cuando sea su momento. No hay manera de planear una sorpresa. La paciencia ritual de la fotografía es cultivo del azar.

De esas sorpresas que el lente capta con esmero está hecha la exposición de Graciela Iturbide que se presenta en el Palacio de Iturbide. Cuando habla la luz es el nombre que se le ha dado a esta retrospectiva de más de cuarenta años de constancia artística. La exposición escapa del recorrido cronológico y de la ordenación geográfica para destacar los emblemas de su perseverancia. Juan Rafael Coronel, el curador de la muestra, propone un viaje a través de veinte interrogantes: el autorretrato y el reflejo; la muerte y lo sagrado; las máscaras, los recuerdos y la premonición; los alfabetos y las geometrías.

El espejo es la primera estación del recorrido. No son muchas las fotografías en las que Graciela Iturbide se mira, pero sus autorretratos deberán reconocerse como una de las autoexploraciones más profundas en el arte mexicano contemporáneo. El rostro de la artista con incrustaciones de otras vidas. Dos pájaros muertos sobre sus ojos. Un pescado sobre la boca, brillando en el atardecer del campo. Una familia de caracoles caminando sobre la cara, los hombros y los brazos. Y esas víboras negras que salen de su boca. El misterio del sueño se asienta en cada una de las fotografías de Graciela Iturbide.

Dije espejo y habré dicho mal porque la fotografía no es testimonio, es transfiguración. El mundo es otro tras el lente de la cámara. "La fotografía no es la realidad", ha dicho ella. La cámara interviene y sublima. Sus series de Juchitán y de la India, sus hombres del desierto y de la playa son apariciones que en nada se acercan al catálogo antropológico. Su mirada no es la del estudioso que mira con respeto tal vez, pero con distancia al otro. La mirada de Graciela Iturbide es la de la identificación, la de la complicidad. Su naturaleza convalece, se duele. Cactus en recuperación, piernas postizas, palmeras en terapia. Son sus pies los que se asoman en la tina de Frida Kahlo.

La cámara también sorprende. Renuente a emplear cámaras digitales, la imagen...

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