Archivo de un dictador

AutorSamuel Adam

El último año íntegro que Porfirio Díaz gobernó el país, abundaron las cartas y telegramas dirigidos a él.

Con pretexto del Centenario de la Independencia y de la gran celebración que organizaba el Ejecutivo, que coincidía con su cumpleaños número 80, ciudadanos de distintos sectores de la población escribieron al Presidente en 1910 por distintas razones: María Sánchez, quien vivía de lavar y planchar, pedía una oportunidad de empleo digno, pues sabía leer, escribir y contar. Gregorio González Berriozábal exigía que se decretara la abolición de la pena de muerte a las 11 de la noche del 15 de septiembre. La estudiante Teresa Mangino solicitó ayuda económica para comprarse un vestido blanco y poder cantar frente a Palacio Nacional, una semana antes del Centenario. J.H. Hernández pidió un permiso para que su esposa e hijos pudieran ver el desfile de tropas desde el balcón de la casa de Rafael Chousal, secretario particular de Díaz.

La mayoría eran manuscritos, a excepción de los funcionarios que ya utilizaban la extranjera máquina de escribir.

Cada carta dirigida al general era leída por un equipo especial en el Gobierno, que sintetizaba su contenido en uno o dos párrafos debajo de la firma del remitente. Díaz leía el resumen y respondía también a mano, antes que sus funcionarios pasaran a máquina la respuesta y la enviaran de regreso.

Porfirio Díaz guardó cada texto escrito por ciudadanos, políticos, funcionarios públicos y extranjeros a lo largo de su mandato -quienes se dirigían al Presidente con un lenguaje excesivamente formal-, así como los borradores que él mismo redactó.

En mayo de 1911, las más de 450 mil cartas, sumadas a otros documentos, quedaron abandonadas detrás de una escalera de su casa en la Ciudad de México, cuando el nueve veces Presidente partió a Veracruz para abordar el Ypiranga, barco que lo llevaría a su exilio en Europa.

Hoy, las cartas son parte de la colección Porfirio Díaz, más de 800 mil documentos que la Universidad Iberoamericana resguarda en el acervo histórico de su biblioteca Francisco Xavier Clavigero.

· · ·

En el número 8 de la calle Cadena, donde Porfirio Díaz vivió desde 1888 hasta 1911 y que hoy alberga las oficinas de un banco entre las calles de Venustiano Carranza y Bolívar, en el Centro Histórico, fue donde el general se entrevistó con Francisco I. Madero en abril de 1910, dos meses antes de las elecciones donde ambos competirían por la Presidencia.

Ahí mismo se construyó un muro falso para ocultar...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR