Argonáutica / El cabo Gordo

AutorJordi Soler

"Dejando al extranjero detrás de nosotros", escribe el poeta irlandés Paul Durcan, aunque en su lengua en realidad escriba leaving behind us the alien, y aunque alien también signifique en la nuestra: extraño o, según el lugar o la película, extraterrestre.

Lo que deja atrás Durcan al principio de su poema es "la ciudad extranjera de Dublín", y lo hace junto a su padre que maneja el automóvil rumbo al condado de Mayo; que también, como Dublín, es parte de Irlanda.

Cuando el automóvil no ha rebasado todavía la sexta línea, el poeta, que entonces era un niño de cinco años, mira por la ventanilla que una luna grande y amarilla insiste en perseguirlos y, harto de tanta insistencia, este niño que sería poeta le grita a su padre: "papá, rebasa a la luna".

El padre, como es de esperar, no puede hacer nada, van en la línea seis, el viaje apenas comienza y faltan 23 líneas para llegar a donde van.

Hace unos días, que leí la noticia de un cabo transexual que se ha reincorporado a la marina española, recordé esa primera línea del poema de Durcan, no de manera muy estructurada sino, más bien, como resultado de una colisión de ideas, quizá de una carambola.

El cabo José Antonio Gordo era mecánico de mantenimiento en la marina; lo de Gordo es apellido, pero también una verdad rigurosa: Gordo era un cabo gordo que, con los años, fue asumiendo y alentando su parte femenina hasta que un buen día, mientras aplicaba una solución epóxica en los filos de la propela de una embarcación, sintió que su parte femenina acababa de sepultar a la masculina y, como esas langostas que dejan su armadura para mudarse a otra, salió de aquel taller mudada de...

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