ARGONÁUTICA / La lengua

AutorJordi Soler

Quizá el implante, ¿o trasplante?, más salvaje del que he tenido noticia, sea el trozo de lengua de vaca que se añadió Gene Simmons, bajista y cantante del grupo Kiss, a su propia lengua.

El implante se hizo con fines, digamos, escénicos: la lengua de este hombre pasó a ser más famosa que el hombre mismo y en cada concierto lo que la gente le sigue pidiendo es que enseñe esa pieza granate y húmeda que lo define; lo cual deja en entredicho a nuestra especie. El tamaño de esa lengua, asociada con Kiss, el nombre de la banda, remite a un beso asfixiante, aunque ellos juran que Kiss son las iniciales de la leyenda "King Satanás Service", al servicio del rey satanás.

A la edad de diez años Gene Simmons quería pertenecer a un grupo de barbones ortodoxos que cantaban himnos religiosos en el Bronx, pero a los 23 ya se había asociado con Paul Stanley, el otro propietario de la banda, y en lugar del proyecto de la barba y los himnos religiosos, se había pintado la cara y, a manera de gag, escupía sangre sobre su sufrido público. A la vista de los músicos de hoy, que beben té y hacen hiking y footing y viven preocupados por sus niveles de azúcar y de colesterol, aquellos músicos de lengua injertada de vaca parecen héroes mitológicos.

Gene Simmons confesó hace poco el número de mujeres que ha conocido íntimamente: 5 mil. Suponiendo que su afición por coleccionar admiradoras haya nacido a la par que su fama, y que esta fama empezó a los 23, y conociendo que tiene 61 años de edad, podemos obtener resultados sorprendentes: en 38 años de empeño erógeno podemos concluir que cada dos días el bajista conoce, en el sentido bíblico (si es que la Biblia cabe en esta masacre), una mujer distinta. En una entrevista reciente le preguntaron: "¿Qué es más importante para...

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