ARGONÁUTICA / El pollo

AutorJordi Soler

Joe Staton, un investigador del Museo de Zoología comparada de Harvard, ha hecho un desasosegante descubrimiento. A lo largo de varios años se ha dedicado a probar la carne de todos los animales, y ha ido conformando un sorprendente cuadro de sabores; algo así como un fresco de la fauna del planeta dictado por las papilas gustativas.

Para empezar es bastante raro que un zoólogo fundamente su investigación en el sabor de su objeto de estudio, porque esto implica comerse este objeto que, por definición, deberá estar muerto. Esto sitúa a Staton en el territorio de la medicina forense, esa ciencia que encadena los datos que obtiene de un cadáver para formar un relato. Los resultados de esta investigación hablan, por supuesto, del sabor de los animales, pero también de nosotros mismos, del sabor de nuestros ancestros y del claustrofóbico panorama cárnico que nos rodea. Staton establece que el caimán que puede comerse en los restaurantes de Nueva Orleans sabe a pollo; también saben a pollo las ancas de rana y el asado de canguro. Lo mismo pasa con la iguana, la serpiente, el conejo, el gato y el ratón.

En general, sostiene Staton, todas las aves saben a pollo excepto el avestruz, que sabe a vaca. ¿Qué podemos esperar de un mundo donde casi todo sabe a pollo? ¿seríamos mejores si casi todo en la Tierra tuviera sabor a león?. Quizá el león, por ser felino, sabe a gato, o sea a pollo. Inmediatamente después Staton sigue con...

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