Argonáutica / Un túnel en la niebla

AutorJordi Soler

Ryszard Kapuscinski, ese escritor polaco famoso por sus libros periodísticos, vive seis meses del año en su buhardilla de Varsovia y los otros seis viajando por algún territorio investigable. Arcadi Espada, escritor español que andaba por Varsovia, pasó por esa buhardilla que cuenta con la dimensión espiritual de un templo y el espacio físico de un clóset con vestidor. La buhardilla del superperiodista está cuadriculada, o crucificada para seguir con la idea del templo, por una serie de tendederos que sujetan con pinzas las mejores prendas de sus investigaciones: un recorte de tal periódico, una fotografía que le sugirió cierta idea, unas líneas que anotó en una caja de cerillos mientras lanzaba preguntas, con arco y pluma, al líder de una tribu amazónica.

Hace unos años, Kapuscinski publicó una obra de título El Imperio. Durante 350 páginas nos cuenta sus viajes por aquella parte del mundo que se llamaba Unión Soviética. No se trata propiamente de un reportaje, es más bien una bitácora de viaje llena de reflexiones filosóficas que con frecuencia tienen que ver con la historia y con la política. Escribe, por ejemplo, de Yakutsk, en Siberia, una de las poblaciones más frías del mundo que descansa sobre oro y diamantes. En los pocos días de verano que goza Yakutsk, el suelo pierde altura y consistencia al derretirse el hielo y las casas se sumen en el fango hasta el nivel del tejado. De manera que los yakutskianos pasan sus veranos, que por cierto no levantan más allá de cero grados en el termómetro, liberando sillones, camas y mesas del fango. Luego regresa el frío y las casas vuelven a su nivel normal, despegan sus techos del suelo. Este pueblo inhóspito produce como compensación la mitad de los diamantes que circulan por el planeta. No es difícil que luego de los tradicionales hundimientos de verano, una vez que los muebles han sido liberados del fango, algún vecino de la localidad brinque de su sofá espinado por las aristas de un diamante.

En Yakutsk hace tanto frío que el ambiente se carga con una niebla espesa y brillante. La densidad es tal que todo el que camina por la calle va dejando un túnel, con la forma exacta de su silueta, que permanece intacto hasta que es sustituido por el túnel de otro caminante. Tania, una niña yakutskiana que conversa con Kapuscinski, revela un curioso método basado en la observación: todas las mañanas se asoma por la ventana que tiene vistas a la calle donde está la escuela, cuando la niebla está cerrada...

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