ARQUITEXTOS / Composición y determinación formal

AutorVíctor Jiménez

Hace 20 años, en 1992, falleció Giulio Carlo Argan, uno de los grandes historiadores italianos de la arquitectura. Conocedor erudito del Renacimiento y el Barroco, no lo sería menos del arte moderno. Su Miguel Ángel arquitecto (con la colaboración de Bruno Contardi) será muy difícil de superar, pero se ocupó igualmente de Walter Gropius como fundador del Bauhaus. Impulsor del Istituto Centrale di Restauro fue también alcalde de Roma por el Partido Comunista, de 1976 a 1979 (cuando Italia aún no adoptaba los valores culturales del liberal Berlusconi, que nadie elogia todavía) y acaba de cumplirse medio siglo de que dictase, en 1961, un curso en Tucumán, Argentina, recogido en El concepto del espacio arquitectónico desde el Barroco a nuestros días (se localiza en la red), que resume buena parte de sus ideas, incluso las publicadas más tarde.

El contraste de Argan con los historiadores mexicanos de la arquitectura no puede ser mayor. Por eso debe aclararse que cuando él escribe "Barroco" no se refiere, en absoluto, a lo que así se designa por acá. Cuando ejemplifica sus ideas al respecto Argan se refiere, por ejemplo, a las obras de Bernini y Borromini, arquitectos "barrocos" que minimizan el ornamento o prescinden por completo del mismo (véanse, por ejemplo, la Plaza de San Pedro o la portada de Sant'Andrea al Quirinale, del primero, o la fachada de Sant'Ivo alla Sapienza, del segundo, todas carentes de cualquier adorno).

Para Argan la originalidad de la arquitectura de Borromini la hace predecesora de la moderna. Aunque en el camino hubo idas y venidas (necesarias porque es inevitable una dialéctica, enfatiza), al historiador le gustaba oponer a Bernini y Borromini. El primero, dice, elegía representar el espacio; el segundo, determinarlo. La tradición convirtió la primera postura en una estrategia de composición que se vale de un sistema; la segunda busca criticar éste. El dinamismo arquitectónico de Bernini es muy claro y puede exaltarnos; Borromini nos fascina porque nunca resolvemos el misterio...

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