ARQUITEXTOS / 'QRR'

AutorVíctor Jiménez

Con ese título, QRR (iniciales de Quien Resulte Responsable, fórmula jurídica acusatoria contra alguien aún por establecer), se estrenó en el DF, en 1970, una insólita película de Gustavo Alatriste: era un documental largo en una época en que no estaban de moda y su improbable tema era el urbanismo salvaje.

En toda la República -no digamos hoy, en el paraíso neoliberal- casi no hay urbanismo de otra clase. Nuestras periferias urbanas son desde hace medio siglo territorio sin ley donde líderes "populares" (en la terminología del PRI) dirigen lucrativas invasiones de tierras ejidales o comunales, de excelente calidad agrícola muchas veces, para convertirlas en hacinamientos de viviendas sin servicios ni calidad de vida alguna. La película de Alatriste exponía el caso de Ciudad Nezahualcóyotl, máximo ejemplo de corrupción y expoliación urbana en el Estado de México... hasta entonces.

El Gobierno del DF había prohibido los fraccionamientos legales (los ilegales prosperaban al margen de esta regla) abriendo paso a la urbanización del territorio fronterizo del lado mexiquense. En unos años se multiplicaron lotificaciones que casi hacían redundante la urbanización ilegal, pero ésta también crecía como nunca.

Ciudad Nezahualcóyotl asombraba a quienes la vieron nacer por la escala sin precedentes de semejante fraude contra decenas de miles de personas. Ubicada en terrenos inundables o productores de gigantescas tormentas de polvo insalubre, no tenía más infraestructura que unas líneas de cal trazadas sobre el erial, indicando calles y lotes.

La operación se ha reproducido después en Ecatepec, Chalco, Texcoco, Chicoloapan y casi cualquier rincón del Estado de México: unos polines sostienen cientos de cables que llevan la electricidad a los domicilios; líquidos sépticos corren por las calles o brotan de las pocas alcantarillas; el agua no llega nunca o lo hace sin control sanitario... Cada casa, por lo demás, exhibe una antena de televisión como emblema del nuevo anestésico que hace tolerable, al precio individual y social más alto, una marginación sin fin a la vista.

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