Aviva el fuego 20 años después

AutorCarlos Rubio

REFORMA/ESPAÑA

MADRI D. Hace 20 años, la Embajada de España en Guatemala fue ocupada por un grupo de campesinos de la zona de El Quiché y, posteriormente, asaltada por las fuerzas policiales del régimen del general Romeo Lucas García, con un saldo de 37 personas muertas y un solo superviviente.

El entonces embajador de España en Guatemala, Máximo Cajal, fue esa única persona que salvó la vida y hoy, para dejar constancia de lo que históricamente sucedió aquel día, por una obligación moral respecto de los muertos y para salir al paso de las versiones que se dieron en su momento, ha escrito el libro ¡Saber quién puso fuego ahí!, el cual acaba de ser publicado por Siddaharth Metha Ediciones.

Mucho se ha escrito, hablado y especulado sobre este hecho histórico, sobre quiénes eran las personas que aquel 31 de enero de 1980 ocuparon la Embajada de España en Guatemala, si eran guerrilleros o un grupo terrorista.

Cajal afirma que, al ser el único superviviente, ha contado sencillamente lo que vio y vivió.

"Lo que cuento tiene como finalidad el que quede claro que los que allí murieron, sobre todo los ocupantes, eran, aparte de los tres o cuatro estudiantes que ahí había, campesinos y no guerrilleros ni terroristas, gente que iba a protestar por la represión de que eran víctimas.

Este libro tiene como una de las finalidades contar que a esta gente la mataron sin más, que impidieron que salieran y que no se autoinmolaron como se ha especulado".

Las reacciones que ha provocado la publicación de este libro, menciona Cajal, son pocas a nivel mundial. El lanzamiento en España de ¡Saber quién puso fuego ahí! coincidió con la publicación de los dos informes sobre el genocidio en Guatemala, uno elaborado por el arzobispado de ese país, titulado Guatemala nunca más, y el de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, Guatemala. Memoria del silencio.

. Mientras estuvo usted dentro de la embajada y ésta era tomada por los campesinos, ¿tuvo conciencia de la cercanía de la muerte? Durante las cuatro horas que duró aquello procuré mantener la calma y creo que la mantuve hasta el final, aunque con la tensión creciente.

Pero cuando salí y me metieron en el furgón policial, me podrían haber pegado dos tiros y yo estaba entregado, había hecho tal esfuerzo de autocontrol que ya ni pensaba en la muerte.

Pero no tenía miedo, ni otra cosa, sino una sensación de impotencia y un estrés, un trauma tremendo, aparte de las quemaduras en medio cuerpo. Después me llevaron al...

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