Bajo el sol de Nelson

AutorMaría Eugenia Sevilla

Enviada

NELSON, Nueva Zelandia.- Abruptamente, la pequeña aeronave de hélices comienza a tambalearse y a tronar como si fuera a desmantelarse en el aire.

El estoicismo de algunos pasajeros que siguen hojeando revistas o dormitando, se debe a que la sacudida que nos abofetea al descender a tierra es vieja conocida de los pilotos neozelandeses.

Es un "haere mai", se diría en lengua maorí, el saludo de bienvenida que extienden a los visitantes las impetuosas corrientes que se cruzan sobre el Mar de Tasmania.

Tierra de sorpresas reservadas para quienes se aventuran en la lejanía de la Isla Sur de Nueva Zelandia, la ciudad de Nelson lo recibe a uno con este susto mortal, que se disipa conforme una fisonomía color verde provinciano, recortada por un mar azul plateado, va emergiendo de entre las nubes: colinas y valles cuadriculados por vides y parcelas son custodiados de lejos por las lanzas nevadas de sus montañas guardianas.

Ubicada al norte del fragmento sur de Aotearoa, "la isla de la larga nube blanca", Nelson fue uno de los asentamientos maoríes más antiguos, en el siglo 14, aunque ya en tierra vemos que de la cultura polinesia no queda casi nada.

La vista en la habitación del Hotel Rutherford, en el Centro, da a la torre catedralicia, negra y rectangular, erigida en 1925 sobre lo que antes fue un complejo maorí.

Sucede que, tras el descubrimiento de Nueva Zelandia por el Capitán Cook, en el siglo 19, los pobladores polinesios fueron cediendo el lugar a los "pakehas" (así llaman a los blancos en maorí, que al igual que el inglés, es lengua oficial).

Con tres parques nacionales, esta ciudad de 40 mil habitantes, nombrada en honor al almirante inglés Horace Nelson, es un importante destino ecoturístico, pero también guarda mucho para quienes buscan una aventura cultural.

"Es un pueblo de artistas", nos dicen con orgullo nuestros anfitriones del gobierno neozelandés, quienes guían al grupo de cinco periodistas latinoamericanos que hemos sido invitados a un recorrido cultural por este aislado país del Pacífico Sur, cuyos nacionales, gente amigable y relajada, se llaman a sí mismos "kiwis", adoptando el nombre de un ave local.

Bajo el influjo del anillo

En su paisaje soleado, salpicado de ovejas gordas, blanquísimas, y la amplitud de sus playas de arena oscura, casi desiertas, la calma de Nelson es acaso interrumpida por el zumbido ensordecedor de chicharras que se antojan gigantes, acurrucadas entre las hojas de esos árboles barbados, de...

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