Bajos Fondos / Esmero e informalidad

AutorSergio González Rodríguez

En honor del restaurante neoyorquino del que es copropietario el célebre actor estadounidense Robert de Niro, acaba de abrirse un establecimiento homónimo llamado Tribeca, evocador del barrio del sur de Manhattan que colinda con las difuntas Torres Gemelas. Snif.

El Tribeca mexicano que no es franquicia ocupa el local que acogió el ya desaparecido La Ramona, que tuvo un buen impulso inaugural pero que sucumbió al paso del tiempo ante la diversidad de la competencia en la Colonia Condesa. Había allí cierta gelidez y pretensiones incumplidas a las que se arrimaron cada vez menor cantidad de personas. Y todo se disolvió sin pena ni gloria.

Acaso más informal que su predecesor, al menos en la clientela que lo frecuenta, Tribeca se atiene al esmero de los platillos que ofrece (de corte internacional/itálico-chino-mexicano-etcétera) y al servicio de coctelería que detenta (por ejemplo, hay un martini en serio experimentalista donde confluyen la ginebra, el sambuca negro y algunos otros ingredientes llamativos rematados por un trío de granos de café, también llamados "Moscas"), que suele atraer a los chicos y las chicas en plan de marearse un poco y rozar una euforia de suyo promisoria (aunque todo quede en promesa o, como diría el antiteórico Jean Baudrillard: se trata de la perpetua actualización de un deseo en un placer).

Al estar situado en un primer nivel que contempla desde su amplio ventanal la arbolada Plaza Iztaccíhuatl y un segmento de la Avenida Amsterdam, Tribeca logra una atmósfera extraterritorialista de acentos melancólicos, a los que colaboran las anacronías de la música ambiental: el repertorio completo del dueto Los Carpenters (In memoriam, Santa Anorexia Karen Carpenter).

Al escuchar semejante agrupación musical, se siente uno...

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