Los bandazos universitarios

AutorIvonne Melgar

Cambiaron todos, menos ellos.

Con azoro frente al nuevo escenario de polarización, pero disciplinados como siempre, los directores de escuelas y facultades repiten el guión del momento.

Van por la reconciliación --dicen--, por la UNAM del futuro. Y al igual que hace 10 meses, cuando inició su pesadilla, esperan la línea que viene.

Actúan en bloque, por consigna. Nadie se subleva abiertamente. Cual militantes priistas después de las primarias de noviembre, asumen las directrices que vienen de arriba, se ajustan, se adaptan.

Pero no tienen, como aquéllos, una "operación cicatriz" que los cobije.

¿Cuál saqueo?

Con el permiso de la Policía Federal Preventiva, que el domingo pasado se apoderó del campus, los funcionarios unamitas realizan el martes un primer reconocimiento de las instalaciones.

El bombardeo televisivo inoculó, y bien, las imágenes del caos. Por eso llegan con cara de quien visita los escombros después de un sismo. Una vez más, sin embargo, sus pronósticos fallan. Del anunciado y tan temido saqueo, sólo quedó el "run run" que ellos mismos propagaron en el momento que el paro estudiantil se tornó interminable.

"Hay más de 10 mil computadoras perdidas", soltaron los directivos; "peligran los archivos académicos", alertaron.

Y no. El recuento de los daños fue público, cotidiano, palpable a lo largo de la paralización de actividades escolares: desde los dos semestres parchados y, en el peor de los casos, perdidos para un cuarto de millón de jóvenes, hasta el alterado mural de Siqueiros; y enmedio, el desgaste y el desprestigio. Pero el saqueo del día después, el supuestamente oculto, el que se develaría con la apertura de las instalaciones, nunca llegó.

Tampoco aparecieron las armas ni los pasamontañas.

En el que fuera el centro de operaciones del Consejo General de Huelga, la Facultad de Filosofía y Letras, su director Gonzalo Celorio trata de sobrellevar la pena de concurrir a los hechos consumados, la ocupación policiaca del campus, escenario que atenta contra lo que fue principio de su generación: el uso de la fuerza, jamás.

"No había de otra", argumenta el escritor. Y aunque agrega que él abogó siempre por que esa no fuera la salida, se adhiere a la justificación y al doble lenguaje que desde el domingo 6 entrampó a las autoridades de la UNAM, con el rector Juan Ramón de la Fuente por delante.

No había de otra, pero seamos benevolentes. Así se frasea esa suerte de esquizofrenia. Es decir, según este tratamiento por parte del...

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