Bariloche después de las cenizas

AutorHugo Roca

Enviado

BARILOCHE, Argentina.-Bajo el influjo del invierno, San Carlos de Bariloche es una ciudad blanca, atlética y fiestera. Nubes grises y gordas tiran agua y nieve; el viento sopla raudo y gélido sobre pendientes, cuencas y aludes del Cerro Catedral por donde los esquiadores se deslizan durante todo el día. En las noches la luna y las estrellas se pierden en la niebla, pero en las calles resplandecen todos los brillos que le faltan al cielo trazando un recorrido de alcohol y baile conocido como "El camino de las luces".

El camino inicia en el Oeste con las cervecerías artesanales de Avenida Bustillo, alumbradas con candiles, continúa por Avenida San Martín, en el centro, pletórica en bares de barato ginebra con puertas batientes de madera e interiores encendidos con focos de colores, y termina hacia el Este, en la Avenida. F.P Moreno, con sus discotecas vestidas de neón que cierran de madrugada.

Esta cara invernal de brindis y deporte es la razón por la cual esta ciudad argentina, situada al norte de la Patagonia, es en Latinoamérica un destino favorito entre los universitarios. Sin embargo, Bariloche se distingue por su capacidad de transformar su aspecto cada estación; todos los años es cuatro ciudades distintas, y si en sus níveos atuendos de invierno es famosa por deportiva y alegre, en primavera usa vestidos de flores y su ánimo se torna reflexivo y nostálgico.

El sol derrite el hielo y Bariloche se llena de nacimientos: reviven ciruelos, cerezos y manzanos que colorean de rojo los cerros Catedral, Otto y Tronador; el dulce perfume de las frutas contagia a retamas, rododendros y azaleas que crecen con vigor en los jardines, ofreciendo sus pétalos amarillos, violetas y rosas al viento tibio que los arranca y reparte en hermoso espectáculo de tintes tropicales por plazas, banquetas y techos de casas, distinguidos por formas triangulares recubiertas con tejuelas de alerce: madera cuyo color verde claro se asemeja a las aguas del lago Nahuel Huapi, al norte de la ciudad.

Con la primavera, el lago regresa del silencioso olvido en que lo sumieron...

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