BENCHMARK / Autogol de indisciplina

AutorJorge A. Meléndez Ruiz

"La disciplina, tarde o temprano, vencerá a la inteligencia".

Este viejo proverbio japonés esconde una verdad aplicable al éxito en los negocios y de todo un país.

En México cojeamos mucho de la pata de la disciplina. Hay mucho talento, pero también mucho desorden. Si no me cree, ¡pregúntele al Chepo de la Torre de las "table escapadas" del Tri en Brasil!

Lo común es pensar que el talento es más importante. A fin de cuentas, un desordenado listo tendrá más éxito que un ordenadito promedio, ¿no?

Pues NO. La ciencia no miente.

Los doctores Angela Duckworth y Martin Seligman de la Universidad de Pennsylvania se plantearon precisamente la pregunta de qué factor es más importante para el desempeño académico: el coeficiente intelectual (IQ) o la disciplina.

Tomaron a 304 estudiantes de segundo de secundaria y les aplicaron pruebas de IQ y de autocontrol (para evitar sesgos, estas últimas aplicadas no sólo a los jóvenes, sino a sus maestros y padres).

Siete meses después, los resultados fueron contundentes.

Los estudiantes con más autocontrol fueron dos veces más exitosos que los inteligentes indisciplinados.

Analicemos a un país que se transformó en potencia en apenas 50 años: Japón.

A pesar de los problemas actuales de la economía nipona, en el largo plazo su desempeño es impactante.

Basta recordar que la nación asiática quedó en ruinas tras la Segunda Guerra Mundial. En dólares constantes del 2000, su Producto Interno Bruto (PIB) per cápita en 1950 era de apenas 7 mil dólares, la mitad del de Estados Unidos (EU).

Para el 2012, su PIB per cápita se multiplicó por 5.6, alcanzando 39 mil 578 dólares, 5 por ciento más que EU.

Muchos atribuyen esta dramática transformación a la genialidad japonesa.

Sin embargo, para el líder social colombiano-japonés Yokoi Kenji, el éxito de Japón se debe más a la disciplina que a la inteligencia.

En una charla donde platica su experiencia al irse a vivir a Japón a los 10 años, narra la presión que sintió de que no iba a dar el kilo por la expectativa de que los nipones eran todos genios.

Lo que encontró le sorprendió.

"Me sentí muy alegre (el primer día de clases). Los niños reían igual, se empujaban igual, discutían igual. Pero cuando inició la clase, todo cambió. Se sentaron, nadie hablaba con el de al lado. Escuchaban y apuntaban todo. Todo lo hacían sin que les dijeran", comenta.

Según Kenji, a los japoneses no les interesa ser inteligentes, sino disciplinados, porque esta virtud les garantiza el éxito.

Y la...

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