Blanca Varela: Asediada por rumores y ruinas

AutorSilvia Cherem S.

A pesar de que el próximo 10 de agosto cumple 75 años y que ya podría disfrutar su marginalidad, ella, altiva, encubre su alma frágil y sostiene lo que escribió hace tres décadas en su Curriculum Vitae: "Digamos que ganaste la carrera/ y que el premio/ era otra carrera/ que no bebiste el vino de la victoria/ sino tu propia sal/ que jamás escuchaste vítores/ sino ladridos de perros/ y que tu sombra/ tu propia sombra/ fue tu única/ y desleal competidora".

"Me enorgulleció enormemente que el premio llevará el nombre de Octavio, porque a él le debo haber elegido la poesía como oficio; no obstante, insisto, no me gustan los reconocimientos. Pienso en la violenta flor del ridículo", dice, con mirada melancólica y su voz dañada por una embolia de la que aún padece secuelas, la poeta que durante 37 años unió su existencia al afamado pintor Fernando de Szyszlo.

Varela ha colmado sus días con ironía, luchas gozosas, "cantos villanos" y envidiables encuentros. A principios de la década de los 50, por ejemplo, conoció a los grandes protagonistas del arte y la cultura contemporáneas cuando, junto con Szyszlo, buscaba en París una nueva mirada en el vacío túnel de la posguerra. Ahí conoció pintores y escritores, se enriqueció con la amistad y el conocimiento de Octavio Paz, y, en un entorno de desolación, pudo reconocer sus raíces latinoamericanas. La escritura en ese contexto, en el que, como decía Paz, deambulaban sin rostro "de ningún lado a ninguna parte", significó para casi todos, la única posibilidad de vivir.

Sin embargo, Varela guardó para sí su creación y muy pocos supieron entonces que en ella también cohabitaba una poeta.

"Nunca he querido llenar hojas y hojas; he publicado muy poco. Sólo lo que realmente no he podido ya negar de mí misma", señala.

Por su discreción, hermetismo, renuencia a las entrevistas y sus "falsas confesiones", no había dejado claves para desentramarla. Muchos de sus críticos, con base en el prólogo que Paz escribió en 1959 a Este puerto existe (en donde señala que ella, como Lorca, Cernuda o Aleixandre podrían ser calificados como surrealistas por su "estirpe espiritual"), erróneamente han insistido en constreñirla en los márgenes de esta escuela; y ella, desentendiéndose, ha dejado que la arropen con ésta o con cualquier máscara.

Sin embargo, durante esta entrevista, se atrevió a salir de los pliegues de su biografía y permitió desentramar su pasado. Aludió, por ejemplo, a su relación sentimental con Jacques Lanzmann en la década de los 50, con quien compartió el pan, el vino y los sueños en la misma mesa que Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. De hecho, acepta que es la luz de los existencialistas, más que la relación con André Breton, el tatuaje de libertad que determinó su andar, su canto y su continuo rigor poético.

Su poesía hoy se ha endurecido y, al hacer el recuento, emana la tristeza en torno a sus cicatrices. Es la melancolía ("lamentos, hogueras de silencio y soledad") la que ronda su último libro, Concierto animal, en el cual ella no sólo le grita desconsolada al hijo que la dejó insepulta (si me escucharas/ tú muerto y yo muerta de ti/ si me escucharas), sino en donde refleja la inútil condición de existir:"Felizmente no tengo nada en la cabeza/ sino unas pocas ideas equivocadas por cierto/ y una memoria sin tiempo ni lugar/ nada para poner/ nada para dejar/ sino huesos cáscaras vacías/ un montoncito de cenizas y/ con suerte algo de polvo/ innominada nada/ en lo que fue mi cabeza".

Varela, quien considera que los animales son caprichosos seres de palabras, elige ser una araña, pero su vida muestra que a pesar de parecer frágil, ha sido de aquellas patonas que trepan y no se detienen, de las que tapizan silenciosas de seda su hogar y su verso, y de aquellas que, rebeldes, trabajan hasta sus últimos días para encontrar la luz. (Del abismo que arroja al aire/ esta última flor/ trepo como la araña que soy/ frágil y rencorosa/ deseando tocar alguna luz/ que endurezca mi corazón).

Blanca, no obstante que has dedicado tu vida a la poesía, el Premio Octavio Paz es el primer reconocimiento que recibes. En uno de tus poemas dices con ironía que el mayor homenaje para la Diosa es el bostezo. ¿Llegó tarde este reconocimiento o verdaderamente no te es necesario el aplauso del público?

Nunca he querido ser homenajeada, siempre le he tenido terror al éxito, a ser perseguida o admirada porque cuando la sociedad mitifica a una personalidad, la asedia, la usa y la obliga a cambiar. He visto muy de cerca estas transformaciones, sobre todo en Vargas Llosa, que es mi íntimo amigo, y en Gody (Szyszlo), quien se ha convertido en una vaca sagrada, porque los burgueses creen que tener un Szyszlo es fuente de prestigio. Durante mucho tiempo lo acompañé a toda clase de reuniones y, aunque me gustaba arreglarme y en principio me parecía divertido, este mundo resultó ser hueco y profundamente aburrido. Yo en aquella época era periodista y la gente me respetaba mucho; pero, a diferencia de Gody, yo siempre he sido muy consecuente con mis ideas políticas de izquierda y nunca he abandonado mi actitud crítica ante la sociedad. Además, para mi fortuna, a nadie le ha interesado nunca mi condición de poeta y ello me ha permitido que mi creación sea una maravillosa actividad solitaria en la que he podido mantener vigente mi humor ácido y satírico.

¿Y el Premio Paz no te cambia la vida?

No, a mí nunca me ha interesado el éxito; cuando me avisaron que gané, Szyszlo me mandó un mail diciéndome que no me preocupara, que los premios no son tan graves. Parafraseó a Rilke, quien decía que los premios se producen por toda la serie de malentendidos que otros se forman sobre una persona. Yo misma no sé aún si soy poeta. Considero que un poeta que está contento con lo que hace hay que ponerle una cruz, porque uno no debe repetirse o traicionarse. El arte implica renovarse y el drama de los viejos poetas es que se traicionan. De hecho, pienso que el premio se lo debieron haber dado a Sologuren o a Eielson, porque son buenos poetas y porque yo soy menor que ellos. Sin embargo, me estimula que se reconozca el trabajo de las mujeres como poetas porque por mucho tiempo, en lugar de distinguir entre poesía buena o mala, se enlataba lo de las mujeres como "erótico" y esto afortunadamente ya está cambiando. Yo he admirado mucho, por...

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