Blanca Varela: La piedad incandescente

AutorAdolfo Castañón

En la lírica hispanoamericana existe un desfase singular: No todos los poemas escritos en el Siglo 20 son verdaderamente de su época. Nos hemos levantado tarde y traemos en el crepúsculo ánimos de mediodía. Con los de la primera mitad del siglo, asistimos a un modernismo trasnochado. Naranjas de invierno. Más tarde, los poetas practicarán la danza surrealista mucho tiempo después de que la música haya concluido. Se diría, al leer buena parte de la poesía hispanoamericana del Siglo 20, que Latinoamérica no conoció la guerra sino una dorada época de abundancia. Tardará mucho en llegar para nosotros la travesía del desierto, ese saludable ayuno que, después de las grandes bacanales pedagógicas y propagandísticas; después del Carnaval y de la ebriedad, templa a la poesía europea de la primera postguerra. La austeridad, la aridez, la pobreza y la desnudez que marcan la tarea poética de Montale, Ungaretti, Auden o Char tardarán en llegar al continente hispanoamericano. Está, desde luego en el origen, César Vallejo y, detrás del ahumado fulgor, se observará en la poesía de Lezama un proceso de condensación, líneas de necesidad y justicia poéticas en la fragua de la metáfora. Para no perderse en ciertas selvas elocuentes de Neruda, Cardoza, Gerbasi, Asturias, Scorza, habrá que redescubrir a Ramos Sucre y a Borges, a Gorostiza y a Villaurrutia, a Rojas y a Gerardo Diego, al Paz de Salamandra y Ladera este. No pocos poetas hispanoamericanos se fueron con la finta de la abundancia y le buscaron un tamaño continental, mesiánico a su esperanza -se lo siguen buscando, como indicarían el agranado Cántico de Cardenal o los extensos torrentes de ciertos mexicanos legendarios. Incluso, ha habido quienes han hecho de la desnudez una retórica y de la pobreza una ostentación -poetas que, como ciertos fotógrafos, exaltan la miseria con sofisticadas lentes. No abundan en este paisaje los poetas hispanoamericanos que han sabido alcanzar en la desnudez una plenitud, en la severidad seminal riqueza; son pocos los que, como saxígrafas, han sabido florecer en el pedregal. Mencionaremos tres: el español José Angel Valente, el mexicano Gabriel Zaid y la peruana Blanca Varela, ganadora del Premio Octavio Paz 2001.

No son pocas las fuentes artísticas de Blanca Varela que hay que buscar en la pintura y en la escultura y, para algún lector radical, ella es a la poesía hispanomericana lo que Brancusi para el arte europeo: explorador que se adelanta despojándose de todo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR