Brian De Palma: Un director paranoico y perseguido

AutorManuel Trancón

Brian De Palma, quien empezó su carrera hace 40 años con The Wedding Party (1964/66), es el más irregular de los directores estadounidenses de talento, que supo tanto afinar su mirada sobre los monstruos sociales con Caracortada (Scarface, 1983) o Carrie, extraño presentimiento (Carrie, 1976), como extraviarse en una alegoría confusa sobre la vida extraterrestre llamada Viaje a Marte (Mission to Mars, 2000). El riesgo siempre acompaña sus películas. Ajeno a toda idea de perfección, prefiere explorar espacios nuevos, abarrotarlos de objetos, abismarlos, antes que apostar a lo seguro. Ha elegido muchas veces el ridículo y el llamado mal gusto antes que aburrir.

Hasta ahora hay dos patas reconocibles en la obra de De Palma: por un lado, su ambición de expresarse estéticamente a través de la exploración de la imagen y el sonido; y, por el otro, el intento de hacer una radiografía política de la sociedad estadounidense. Por eso sus dos grandes influencias son Hitchcock y el Godard marxista de, por ejemplo, Weekend (1967). Entre esas dos vertientes, su apuesta ha sido un estilismo que al mismo tiempo retrata la estructura social de Estados Unidos.

Pocos directores han logrado su manejo de la técnica, la forma con la que plasma con herramientas cinematográficas una sensación concreta. En Obsesión (Obsession, 1975) luego de la muerte de la esposa y la hija del protagonista, les construyó un monumento fúnebre. En esa escena, la cámara parte de la cara triste del hombre en el cementerio, da una panorámica de 360 grados y cuando en el presente vuelve a su cara, han pasado 16 años y el hombre tiene la misma expresión que antes. Sin necesidad de palabras se sabe que durante esos años no tuvo ni un momento de felicidad, y la cara trasluce todo su sufrimiento y culpa.

Un sólo movimiento de cámara revive esos años de oscuridad. Por eso, al no haber forma de transmitir las vivencias de esa persona con imágenes o palabras, esa panorámica viaja conectando dos momentos y lo que los une.

La política, su otra obsesión, está siempre presente, hasta en películas que parecen tratar otros temas. Doble de cuerpo (Body Double, 1984) es un policial con sangre, intriga y espectáculo; pero esos elementos también sirven para mostrar una época (los años 80), una sensibilidad pop y chillona, y el aislamiento tecnificado de los ciudadanos, expuestos a las peores fuerzas. Jake Scully, el mirón impotente de la película, está tan acostumbrado a espiar con un sofisticado...

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