Empresa/ Bumerang

AutorAlberto Barranco Chavarría

Ubicada como el patito feo de las organizaciones de productores agroalimentarios por su oposición frontal a una eventual revisión del capítulo correspondiente del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la instancia empresarial sostiene que la competencia en el mundo globalizado se está dando entre cadenas productivas, no entre productos específicos.

Bajo ese prisma, la elaboración de estrategias e inducción de apoyos debía tener como eje central a éstas, es decir el esquema cuyo eslabón final es el consumidor, que nace con la producción agrícola y crece con la agroindustria, la industria de alimentos y la comercialización.

A diferencia, pues, de los países industrializados, con énfasis en Estados Unidos y los que integran la Unión Europea, que van colocando sus fichas a lo largo de la cadena, México centra su esfuerzo en el penúltimo de los eslabones, por más que el monto de apoyos difícilmente podría ser comparable.

Ahora que colocada como eje de la derrama a la producción primaria, vía la entrega de cuantiosos subsidios directos, los países que compiten con México le rompen la columna vertebral a nuestra cadena.

Dicho con todas las letras, la estrategia le permite a las naciones industrializadas ofertar las materias primas a precios muy competitivos, generando una competencia desleal para la producción primaria nacional ante la falta de mecanismos y recursos para equilibrar la pelea, con la consecuente sustitución de materia prima nacional por los productos de importación.

Naturalmente, el desfase coloca en grave riesgo el empleo en el campo, cuya aportación al país alcanza el 20 por ciento de las plazas laborales, lo que plantea un peligro inminente de estallido social ante la incapacidad manifiesta de la economía para generar nuevos empleos.

El hecho es que sin competitividad en el sector primario, el resto de la cadena sufre un efecto dominó, cuyo reflejo más nítido son las crecientes importaciones del producto final, con mayor valor agregado, que registra nuestra balanza comercial agroalimentaria.

A ello hay que agregar las diferencias estructurales del país, que se reflejan en dramáticas asimetrías en el costo de los insumos. Así, los granos básicos en México cuestan entre 30 y 40 dólares por tonelada más caros que en Estados Unidos; el diesel es 69 por ciento más costoso; el gas se adquiere 107.5 por ciento más allá que en la competencia, y el costo financiero es 2.5 veces mayor en el país.

El caso es que la propuesta del...

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