Burbujeo de palabras

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

El gran crítico literario, lexicógrafo y satirista H. L. Mencken, abría todos los años un par de paréntesis a sus ocupaciones para sumergirse en las convenciones de los partidos. El escritor se apartaba de su meticulosa inspección del idioma para deambular en los pasillos y salones donde traficaban poder los jerarcas de los partidos. Visto el espectáculo de cerca, parece ser claro que la política no tiene gran utilidad, decía. Es una actividad disipada, sórdida, obscena, escabrosa. Sus virtuosos no son más que canallas con talento. Pero no nos olvidemos que la política tiene una fabulosa capacidad para relajarnos y que ha prestado extraordinarios servicios a la industria del entretenimiento. Ese era el dominio de las convenciones: fuentes de un placer morboso y divertido; espectáculos grotescos y fascinantes.

El periodista de Baltimore tenía un oído atentísimo a la disonancia oratoria. Sus descripciones de los discursos de potentados y aspirantes son joyas de la exageración y la precisión. Algún orador le recordaba una liga de esponjas mojadas, a una rancia sopa de frijoles, a perros ladrando idiotamente en una noche interminable. De la factura de algún mensaje decía que estaba peor escrito que un texto redactado por un profesor de inglés. El reportero -que, por cierto, no sentía ninguna simpatía por la democracia- responsabilizaba al auditorio de la ruidosa palabrería. La gente no quiere ideas: quiere palabras. Desea vacuidades sonoras mil veces repetidas, aderezadas con gestos enérgicos. Si la frase ruge, no importa si tiene significado.

Los juicios de Mencken siguen describiendo con puntualidad la oratoria predominante.

La interminable procesión de declamadores que calientan la arena para los principales oradores repiten mil veces el mismo guión: una conmovedora historia familiar, los desastres de los ocho años republicanos, la equivalencia de las políticas de McCain y Bush, una súplica a Dios para que bendiga a su país.

La anécdota de la niña con cáncer que lloraba y sólo pedía la oportunidad de tener un seguro de vida; una referencia a su amorosa esposa Lucy y a sus nietos que sólo quieren seguir viviendo el sueño americano. La mezcla es inquietante a los oídos extranjeros: mezcla de familia, creencias y política. Matrimonios, nietos y...

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