Cae el 'cerco' de Los Pinos

AutorFrancisco Morales V. y con información de Óscar Uscanga

Desde el Parque de la Hormiga, de puntitas y desde cierto ángulo, apenas puede atisbarse la Casa Miguel Alemán. Dos rejas con alambrado de púas y cámaras de vigilancia separan la hasta ayer morada del Presidente de la República de un grupo de niños que juegan al frisbee.

En términos de la distancia, ése era el punto más próximo que un ciudadano cualquiera podía estar de ese lugar casi abstracto, por inaccesible, llamado Los Pinos. Las únicas capaces de romper el cerco -y no sin cierta dificultad, por el alambre electrificado- eran las ardillas.

Ayer, último día del sexenio de Enrique Peña Nieto, las cosas permanecían invariables: por sus múltiples entradas, camionetas blindadas, con vidrios polarizados, van y vienen a su antojo. En cada acceso, hombres de traje con chícharos en los oídos detienen a los curiosos; en las casetas, soldados con armas largas escrutan los alrededores.

¿Qué resguardan? Casi nadie lo tiene claro. Son 127 mil 951 metros cuadrados de territorio ignoto para la señora que lo bordea cuando sale a correr por las mañanas, o para el taxista de la zona que sabe por dónde ya no puede circular.

"Ahí vive el Presidente", le explican a los niños que visitan el parque, señalando al otro lado del cerco. Es ahí donde empezó todo: en el Rancho La Hormiga, donde el Presidente Lázaro Cárdenas construyó en 1935 la casa que hoy lleva su nombre.

La intención del General era dejar que el Castillo de Chapultepec, antigua residencia presidencial, pudiera abrirse al público. Así lo decretó, y hoy, la sede del Museo Nacional de Historia ha sido engullida por ese vasto espacio público para el picnic, el paseo en lancha y las caminatas que el capitalino promedio identifica, escuetamente, como Chapultepec.

Con el paso de 13 Mandatarios, la Residencia Oficial de Los Pinos se convirtió en una ciudad en sí misma y, poco a poco, se fue cerrando al resto del País, con sus jardines y paseos escultóricos.

Todavía hay quienes se acuerdan que, aún en los 90, la Calzada Molino del Rey podía caminarse libremente antes de que una caseta con soldados los detuviera. Ahora hay que rodear el conjunto.

Pero es el último día, porque las cosas han cambiado.

En la puerta 3, por Chapultepec, un hombre que pasea con su familia se aproxima a la caseta y pregunta a un elemento del Estado Mayor Presidencial (EMP): "¿Y a qué hora empieza el festejo mañana?". Y es que hoy, con la llegada del nuevo Gobierno, las puertas se abren.

Sobre Parque Lira, trabajadores remozaban...

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