El café: Secreto del Medio Oriente

AutorIrma Aguilar

Muchos placeres de la vida tienen un origen muy especial, marcado por una historia tan profunda que sus raíces se extienden más allá de lo que el ser humano imagina. Asimismo encierran un encanto especial con misterios desconocidos, tal es el caso del café, cómplice discreto cuyo aroma nos seduce, sacándonos del letargo y despertándonos hacia el nuevo día.

Su peregrinar a través de los siglos ha sido extraordinario, tomando en cuenta que fue descubierto por un pastor de la antigua Etiopía. Las leyendas señalan que se llamaba Kaldi. Al ver a sus cabras brincando excitadamente, su asombro se despertó y con irresistible curiosidad buscó entre los matorrales y descubrió que aquella felicidad brotaba de unos pequeños frutos rojos que colgaban de un arbusto.

Al paso del tiempo las historias y los mitos crecieron. Se cuenta que la semilla de ese curiosa baya y algunas hojas del cafeto primero se hirvieron, resultando un líquido amargo y poco atractivo. Posteriormente se tostó, descubriéndose que desprendía un perfume intenso; se molió y se infusionó, hasta convertirse en un elíxir irresistible.

"Una vez que los etiopes descubrieron el café, fue cosa de tiempo para que el brebaje se extendiera a través del comercio con los árabes y cruzara el Mar Rojo. Es posible que cuando Etiopía invadió y gobernó Yemen durante 50 años, en el Siglo 6, hayan deliberadamente plantado algunos cafetos", comenta el estadounidense Mark Pendergrast, en su reciente libro Uncommon Grounds, un bestseller a nivel mundial.

Sobre su presencia en el misterioso mundo árabe, sólo las leyendas y los relatos dan cuenta de ello ya que se quedó en el más profundo sigilo durante algunos siglos. Incluso su cultivo fue tan celosamente guardado que siendo países volcados al comercio, no se permitía la salida de cerezas fértiles, a menos que se hirvieran antes o se tostaran parcialmente para evitar que germinaran.

En el Occidente, la primera noticia del café y sus cualidades medicinales fueron divulgadas por Rhazes, célebre médico persa, hasta el Siglo 10.

"Otro insigne médico musulmán, Avicena (980-1037), describe hacia el año 1000 el café como una semilla de color amarillo limón, de especial aroma y enormes cualidades terapéuticas: limpiar el cutis, secar los humores malignos, dar un excelente olor a todo el cuerpo y fortalecer los miembros", dice Anselmo J. García Curado en su libro Cafetines con Pedigrí.

El arabista francés Antoine Galland cuenta aspectos positivos del uso del café entre los Siglos 8 y 9, en la época de Las Mil y Una Noches.

"No había en Estambul casa rica o pobre, turca o judía, en la que no bebieran café una vez al día, y en ocasiones más de una, hasta el punto de que rápidamente el hecho de ofrecer café a los visitantes se convirtió en una costumbre, y era una descortesía rechazarlo", explica.

Con los años se popularizó y se abrieron la primeras cafeterías bautizadas como kaveh kanes. El café no sólo fue un placer en la intimidad de los domicilios, sino que estuvo ligado a la historia de la vida pública. La gente descubrió en la taza del café y la conversación dos elementos íntimamente ligados.

"Así nació uno de los deleites de la civilización moderna", afirma el crítico catalán Néstor Luján en su libro El Arte de Comer.

En Turquía, cuna del Imperio Otomano, donde el café llegó en el Siglo 14, fue tan importante que se le consideraba un bien e incluso la falta de café proveniente de los plantíos propios, era causa de divorcio.

El monopolio árabe se desvaneció hasta finales del Siglo 15. Los peregrinos fueron los responsables de difundirlo. Se dice de uno en especial, Baba Budan, quien sacó clandentinamente el producto. Pegó a su vientre siete granos y los cultivó exitosamente al sureste de la India en las montañas de Mysore. De esta manera, el monopolio árabe se desvaneció.

Durante el Siglo 16, la bebida se convirtió en el néctar de los pensadores y comenzó a cuestionarse y satanizarse. Se le acusaba de provocar discusiones airadas y enfrentamientos...

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