Calaveras ilustres

AutorVíctor Juárez

No importa lo encapotado del cielo si de lo que se trata es de presumir la galantería, la elegancia del atuendo, la gracia y el porte.

Así lo demuestran las miles de calaveras catrinas que si no se están maquillando, se dejan tomar fotos según sea el grado de atención que reciben sus sombreros de alta copa, el corsé, las enaguas y las crinolinas, las sombrillas coquetas y, sobre todo, las profundas órbitas oculares desde las que miran de vuelta brillantes globos blancos o negros.

Así Diana y Daniela, madre e hija calacas, se retocan a un lado de la valla antes que empiece la procesión (y el aguacero): Diana, con una chistera de 30 centímetros de alto, le dice a Daniela, cuyo vestido guinda hace juego con el sombrero, que no se preocupe por el chipichipi y que tenga cuidado con la sombrilla de encaje que sostiene con las manos enguantadas.

"Yo me dedico a hacer manualidades y body paint, todo para fiestas, entre ello diseñé el atuendo de mi chaparrita. Desde hace mucho tiempo se me dio esto de maquillar", relata Diana Zúñiga.

Para la mujer, eso de caracterizarse de la Calavera Garbancera --personaje creado por José Guadalupe Posada en época revolucionaria--, es cosa de toda la familia: aunque hoy faltaron, sus otros tres hijos han hecho de catrines en otros años.

"En casa es como herencia de mi papá que todos nos maquillamos. Ahorita con mis cuatro pequeñitos es inculcarles raíces", señala.

Historias como la de Diana se...

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