Cambian con pan su destino

AutorAmérica Juárez

Las manos se introducen seguras en un montículo de harina; con movimientos suaves, la mantequilla, el azúcar y el resto de los ingredientes van conformando una masa uniforme que en breve se convertirá en cuernitos, conchas, bisquets, panquecitos y otras múltiples formas.

Aquí, en el Centro de Capacitación y Producción "La Semilla", jóvenes que no hace mucho vagaban sin rumbo fijo por las calles de la ciudad, se capacitan en las áreas de panadería, pastelería y tortillería. Aquí, muchachos que desperdiciaban su talento ahora amasan los rencores, estiran el coraje y, poco a poco, vislumbran una nueva creación a la que llaman opción de vida.

La mayoría provienen de instituciones que los han rescatado del asfalto para intentar reinsertarlos en la sociedad; son niños-adultos que llevan ya un largo camino recorrido para superar sus adicciones, suturar las heridas de una sociedad que los ve con indiferencia.

La Semilla, comenta Beatriz Juárez, encargada de capacitación, abrió sus puertas en agosto de 1991. Inicialmente funcionaba como un albergue para atender a niños de la calle; pero cuatro años después éste desapareció y entonces vieron la necesidad de ofrecer a los chicos un oficio que les permitiera integrarse a la sociedad.

Así comenzó la promoción entre instituciones de asistencia privada y asociaciones civiles que atienden esta población y de entonces a la fecha, más de 160 niños, anualmente, han tomado en La Semilla un curso básico de procesamiento de alimentos, que está divido en cuatro módulos continuos, de cuatro horas diarias.

"El curso dura dos meses y medio, tiempo en que los maestros les enseñan: conocimiento de materias primas, procesamiento, recetas básicas, pesas y medidas, relaciones humanas, manejo de almacén, entre otras", dice Beatriz. A la enseñanza de la teoría va unida la práctica, los jovencitos elaboran pan blanco, pan dulce y pasteles.

De las 9:00 a las 13:00 horas y de las 13:00 a las 16:00, grupos de no más de 30 muchachos llegan a La Semilla, provenientes de las distintas instituciones donde llevan su proceso de rehabilitación, para tomar sus cursos.

Aunque la mayoría de los alumnos son hombres, por la tradición que conlleva este oficio, cada vez más mujeres se unen a los grupos y este año, por primera vez, también se integraron chicos con discapacidad.

Gracias al apoyo de la Cámara de la Industria Panificadora, los chicos pueden seguir estudiando e, incluso, algunos se integran a la bolsa de trabajo de este...

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