Carlos Bravo Regidor / La exterior como política interna

AutorCarlos Bravo Regidor

No, no es cierto que la mejor política exterior es la política interna. O al menos no siempre. No para todos los países. No en cualquier tema. Desde hace más o menos veinte años, para México, en materia de democracia y derechos humanos, ha sido exactamente al revés: la mejor política interna ha sido la exterior.

La democratización mexicana no fue un fenómeno aislado. Formó parte de dos grandes transformaciones globales que terminaron traslapándose. Por un lado, la llamada Tercera Ola, una nutrida sucesión de transiciones a la democracia en el sur y el este de Europa, América Latina, África subsahariana y el este de Asia, que transcurrió entre los años setenta y los noventa del siglo pasado. Por el otro lado, el colapso del bloque soviético y el fin de la Guerra Fría, un proceso de reconfiguración geopolítica que desembocó en el surgimiento de un nuevo orden internacional entre fines de los años ochenta y la primera década del nuevo siglo.

Para México, como para muchos otros países, la conjunción de ambas transformaciones significó no solo un cambio de régimen a nivel interno sino, además, un cambio en su inserción dentro del sistema internacional y, en consecuencia, una nueva política exterior. El mexicano pasó de ser un envejecido régimen autoritario a la sombra de la hegemonía estadounidense, aunque muy receloso de las influencias extranjeras, a una joven democracia integrada al bloque regional norteamericano y decididamente abierta al mundo. Esa metamorfosis tuvo sus olvidos y costos, pero también múltiples e innegables beneficios.

Uno de esos beneficios fue la posibilidad de encontrar puntos de apoyo en el exterior para vencer las resistencias internas en muy diversos asuntos: la integridad electoral, el combate a la corrupción, la transparencia, los derechos humanos, la libertad de expresión, etcétera. Conocida la debilidad institucional del Estado mexicano y el profundo arraigo de inercias e intereses contrarios al cambio, México trató de apuntalar por fuera lo que era endeble adentro. Por ejemplo, generando interlocución con organizaciones de la sociedad civil transnacional o nacionales con apoyos del extranjero; asumiendo compromisos en instancias y organismos multilaterales; suscribiendo convenciones, obligándose a adaptar su marco jurídico, admitiendo la jurisdicción de cortes supranacionales. No era la hipocresía de ser candil de la calle y oscuridad en su casa. Era el pragmatismo de tratar de iluminar su casa...

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