Carlos Elizondo Mayer-Serra / La buena política

AutorCarlos Elizondo Mayer-Serra

Hace 60 años los europeos concluyeron una cruel guerra que estuvo cerca de borrar del continente, quizás para siempre, la esencia misma de la cultura europea, es decir, el respeto a la pluralidad y a ciertos derechos fundamentales. De haber ganado Hitler, el continente hoy sería radicalmente distinto; alguna suerte de imperio brutal basado en criterios raciales.

En la Segunda Guerra Mundial murieron por lo menos 50 millones de individuos. Más de la mitad fueron civiles y varios millones de éstos, incluidos cerca de 6 millones de judíos, como producto de la voluntad explícita de autoridades concentradas en eliminar a sus propios ciudadanos, no como consecuencia de las actividades bélicas. Unos 40 millones más fueron desplazados de sus hogares. El este del continente quedó bajo el control de la URSS, lo cual prolongó la violencia, aunque mucho más sorda, hasta la caída del muro de Berlín. Casi todo europeo arrastra alguna cicatriz, más o menos profunda, de estos conflictos.

Hoy, los países europeos están en medio de una de las aventuras institucionales más creativas de la historia. Voluntariamente están cediendo una parte de su soberanía para crear una suerte de gobierno supranacional que los regule desde estándares sanitarios y reglas de competencia hasta una moneda única y un ejército compartido. Los abuelos se mataban, los nietos tienen el mismo pasaporte y parecen estar dispuestos a luchar por una misma bandera.

Después de dos guerras mundiales atroces y siglos de conflictos bélicos de todo tipo decidieron dejar de matarse entre ellos. Se había hecho evidente cuán absurdo era no encontrar un espacio común donde algo cedieran todos para poder convivir mejor. Tenían sin duda un enemigo nuevo, la URSS, visible amenaza militar cuyo modelo era atractivo para un segmento de la población, aunque aterrador para la mayoría.

Sin embargo, para romper mitos e inercias no bastaba una historia de horror. Muchas de éstas se prolongan con más y mejores matanzas. En la construcción de una Europa unida ha jugado un papel clave una elite política con un objetivo común. Este ha prevalecido sobre las muchas diferencias en negociaciones complejas y lentas. Todo empezó como un acuerdo de libre comercio limitado a un par de productos. Parte crucial en este proceso es que nunca haya un ganador absoluto. Para ser relevantes en este mundo global y poder promover sus intereses y valores tienen clara la necesidad de ponerse de acuerdo y lo han logrado.

Los capítulos...

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