Carlos Fuentes/ Reflexiones para Monterrey

AutorCarlos Fuentes

En un sainete español del siglo XIX, un hombre armado desenvaina la espada y proclama ante su asombrada familia:

-¡Adiós! ¡Adiós! ¡Parto a la Guerra de Treinta Años!

Cuando terminó la Guerra de Treinta Años, tal y como lo previó nuestro clarividente héroe, la Paz de Westfalia en 1648 estableció las bases del orden internacional que, en su esencia, ha prevalecido hasta nuestro propio tiempo.

La fundación de este orden era el reconocimiento del Estado-Nación soberano, facultado para concluir tratados con otros Estados-Nación soberanos y conducir tanto la paz como la guerra de acuerdo con las normas del Derecho de Gentes.

Digo que ese orden prevaleció durante tres siglos y medio. Los múltiples embates que sufrió sólo fortalecieron la regla. Fue el presupuesto de la legalidad de la realidad. Es decir, tanto de la realidad real como de la deseable, ya que todo orden jurídico implica no sólo un ser y un deber ser, sino un querer ser.

Hoy, todos sabemos que ese viejo y duradero orden, cuando no se ha venido abajo, está seriamente dañado.

Hoy, todos sabemos que las ideas fundadoras de aquel orden, la Nación, el Estado, la Soberanía, el Derecho de Gentes, están en plena crisis.

Lo que no sabemos es cómo construir un orden que sustituya a aquél: cuál debe ser la nueva legalidad de una nueva realidad.

La nueva realidad se define por una avasallante constelación de problemas para los cuales no tenemos soluciones a veces, voluntad otras, y a menudo ambas cosas: no queremos ver, no queremos hacer.

Ecología, demografía, situación del anciano, de la mujer, del enfermo.

Gente sin techo. Migrantes. Narcotráfico. Inseguridad. Terrorismo.

Más: Pandemias incontrolables. Masa creciente de pobreza.

Función del Estado y de la Empresa puestas en cuestión.

Organizaciones internacionales debilitadas.

Jurisdicciones fuera de control nacional o internacional.

Y subsumiendo los problemas, enfrentándose, exigencias de la aldea global, que impondría una sola identidad, y demandas de la aldea local, que reivindica múltiples identidades.

Reflexionemos, claro está, sobre la mejor manera de atender las virtudes de la aldea local -lengua, tradición, cultura, fe religiosa, lazos familiares- y de eliminar sus vicios -xenofobia, chovinismo, genocidio, limpieza étnica-. Pero admitamos -nos dice la verdad recibida- que estos vicios y estas virtudes son inseparables de la realidad global y sólo encontrarán solución dentro de ella.

Admitamos, pues, que como el Monte Everest, la globalización está allí.

¿Por qué escalar el Everest?, le preguntaron a quien primero llegó a su cumbre, Sir Edmund Hillary.

-Porque está allí...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR