Carlos Fuentes/ Contra el terror, el desarrollo

AutorCarlos Fuentes

Hay causas mediatas e inmediatas para explicar el fenómeno del terrorismo, magnificado desde el 11 de septiembre porque, si exceptuamos la incursión de Pancho Villa en Nuevo México en 1917, los EE.UU. no habían sufrido un ataque directo contra la nación continental desde la invasión inglesa de 1812. Pero terror lo ha habido y lo hay todos los días y en todas partes: Irlanda del Norte y el País Vasco son los ejemplos más presentes. Pero si el terror de bin Laden es novedoso porque no tiene bandera ni territorio ni instituciones, no es menos cierto que el terror oficial se ha ejercido con bandera, con instituciones y con ejércitos formales. El terrible siglo XX da cuenta de ello, de Hitler y Stalin a Pinochet y Videla.

Causa remota del terrorismo de hoy, se nos dice, es el rencor histórico contra los EE.UU. por parte de quienes han sufrido invasiones, vejaciones, y toda suerte de agresiones por el gobierno de Washington. La lista es larga pero no alcanza a explicar el fenómeno, como tampoco lo explicaría un "factor envidia" al poder y prosperidad de la única gran potencia. Alejada esta razón, se invoca el fundamentalismo islámico, la cerrazón de las sociedades musulmanas, su alejamiento de los valores de Occidente. Pero, por un lado, ¿en qué medida se trata de una especie de violencia vicaria, dirigida más al Occidente perverso que a los gobiernos autoritarios, corruptos e incompetentes de buena parte del orbe islámico? La única disidencia que los gobiernos árabes no pueden reprimir es la disidencia en nombre de Alá. El integrismo árabe no puede ser prohibido ni reprimido. Es la válvula de escape de una protesta que, no pudiendo dirigirse contra los gobiernos de Iraq, Irán, Siria, Arabia Saudita, Jordania o Egipto, se dirige contra los EE.UU., "la cabeza de la serpiente", como los llama bin Laden.

Pero hay una causa, más que remota o próxima, profunda. Es la causa subyacente del fenómeno terrorista y se llama pobreza, subdesarrollo, humillación, injusticia y, también, cotidiana comparación entre la triste realidad de todos los días, y la esplendorosa realidad cosmética, rubia, refinada, rica, depilada y motorizada que la publicidad y los demás medios exhiben en todas partes y a todas horas en medio del hambre y marginación de tres mil millones de seres humanos.

El terrorismo quiere polarizar estas diferencias. Comete atrocidades con la esperanza de que se apliquen prontas represalias. El Occidente cae en la trampa y entra al pantano afgano...

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