Carmen y Porfirio, 'pareja presidencial'

AutorShulamit Goldsmit Brindis

El matrimonio de Porfirio Díaz con Carmen Romero-Rubio Castelló, realizado en 1881, fue un augurio del futuro halagador que el régimen porfirista buscaba proyectar a partir de la renovación de su gestión presidencial.

La presencia juvenil y distinguida de la segunda esposa del general Díaz estaba acorde con la imagen nacional por la que pugnaba el Presidente en 1884, al retomar las riendas del Poder Ejecutivo. Para un país que entraba de lleno a la modernidad, qué mejor que la figura esbelta, elegante y refinada de Carmelita.

Carmen creció y se educó en Estados Unidos, donde la familia Romero-Rubio Castelló se exiló debido a su oposición al Porfirismo; regresó cuando Díaz hizo pública su política conciliatoria e incluyente e invitó al padre a ser parte de su gabinete.

Carmelita se dedicó a dar clases de inglés y Díaz se abocó a ser estudiante. La viudez del alumno y la juventud de la maestra despertaron la idea de concretar la reconciliación de fuerzas políticas, antaño antagónicas, mediante una unión positiva y duradera.

Que entre los dos integrantes de esta alianza mediaran 33 años de diferencia no fue factor relevante. Al contraer matrimonio, ella tenía 18 años y él 51. Quizá fue esa la razón por la que fue conocida por su nombre en diminutivo, Carmelita, Carmencita, y él con su nombre precedido por el respetuoso don, Don Porfirio.

Ni los historiadores revisando documentos, ni los cazadores de chismes basándose en rumores, han sabido dirimir el enigma de la decisión que llevó a Carmen al altar: que fue una decisión política entre Díaz y Romero Rubio, que si la madre de ella apoyó entusiasta el enlace o, por el contrario, se opuso tajantemente, que si llegó a consumarse la unión, que si Carmelita murió virgen... Lo que siempre fue visible y comprobable fue la compatiblidad y armonía en su vida familiar y una fidelidad que duró más allá de la muerte del dictador.

Al comenzar el matrimonio, el Presidente hizo una promesa y una petición a su joven esposa: "En nuestra casa tu serás la reina. Todo el mundo te obedecerá, empezando por mí; tú decidirás lo que mis hijos deben hacer. Yo te entregaré todo mi sueldo y tú lo distribuirás como creas conveniente. Un solo favor te pido, no injerir en mi vida política".

La primera parte de esta petición fue obedecida puntualmente por Carmelita. Fue la Primera Dama en el país y en su hogar. En la vida privada fue madre, amiga y consejera de los hijos de Don Porfirio; los acompañó solidaria en sus...

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