De carpintero a héroe del cine

AutorHugo Lazcano

Durante su niñez, Harrison Ford fue tranquilo, aunque poco sociable, y dicen que de adolescente hablaba apenas lo necesario, por lo que no tuvo amigos.

La mayor parte de sus compañeros de generación en el Ripon College, en Wisconsin, ni siquiera se acordaban de haberlo visto en las aulas.

Tan sólo unos cuantos coincidieron en que era "solitario y huraño", al grado de que algunos maestros lo amenazaban con bajarle puntos si no se integraba a un equipo para las actividades.

Lo cierto es que "Harry", como le llamaban en casa (13 de julio de 1942, Chicago), y quien hoy cumple 70 años, no se graduó en ese colegio, en el que su ficha estudiantil consignó que fue un alumno con "desempeño regular". No obstante, le apasionaban los libros de historia, arte y arquitectura.

Algunos de sus biógrafos afirman que solía pasar horas con la mirada puesta en el cielo en espera de un avión o un helicóptero y que contemplaba a su padre cuando éste reparaba muebles estropeados.

"Me decía que algún día aprendería a volar, y lo consiguió", contó alguna vez su madre, Dorothy Ford, fallecida en 2004. "También me dijo que me fabricaría una hermosa mesa de lectura y la hizo con sus propias manos. Es preciosa y en ella leo desde hace muchos años".

El desaparecido cineasta Sidney Pollack, amigo íntimo de Harrison y quien lo dirigió en las cintas Sabrina (1995) y Juegos del Destino (1999), reveló que no conoció a persona más huraña que Ford, pero al mismo tiempo exageradamente humilde a la hora de aprender algo y obcecada en lograr todo lo que se proponía.

Su carisma natural ante las cámaras no le allanó el camino al inicio de la década de los 70 y, tras casi una década de labor actoral, estuvo a punto de tirar la toalla. Lo máximo que había logrado fue un pequeño papel, sin crédito, en la memorable cinta de Michelangelo Antonioni, Zabriskie Point.

Entonces, se retiró un tiempo de los sets y comenzó a ganarse la vida como carpintero, oficio que aprendió en su juventud, de forma empírica, pero en el cual fue notable.

Con un martillo en la mano, clavos en la boca y aserrín en el cabello fue como George Lucas descubrió el impacto visual de Ford ante la cámara, de quien le gustó su natural forma de conducirse ante ella. Primero le dio un pequeño papel en el largometraje Locura Americana (1973).

Cuatro años después recibió de Lucas su gran oportunidad en La Guerra de las Galaxias, cuya saga de tres películas catapultó su fama y lo convirtió en un héroe del celuloide.

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