CDMX en 132 metros

AutorUlises Vera

La rebeldía de negar el paso peatonal y sentirse audaz por caminar sobre el camellón que divide el sur y el norte de Avenida Insurgentes. Dos Metrobuses que empujan el viento y con un claxon bien marcado, saludan el fresco matutino.

En una esquina y un poco sucia, apenas se percibe la obra arquitectónica de Teodoro González de León; la Plaza Rufino Tamayo ahora es vecina de una agencia de autos.

Más autos en la Ciudad, pero muchos, compitiendo todos por quién atraviesa el semáforo más rápido; como si los cinco carriles que ofrece el Eje 10 Sur no fueran suficientes.

No es una calle, resulta que es un eje vial, y por eso la prisa acelera el motor de combustión interna. Y hay que rodear la competencia de los autos escupiendo contaminantes, con el frío que expide una nueva construcción muy cerca del Metrobús Doctor Gálvez.

Es una obra grande, de ésas que incluye departamentos, oficinas y comercios, como si la batalla por el espacio y el territorio en Ciudad de México se ganara en oferta de servicios posibles, por sobre metros cuadrados disponibles.

Apenas se puede leer un letrero con la advertencia de "cuidado", pero la ya desgastada cartulina amarilla no señala ningún protocolo de actuación frente a esa "excavación profunda".

Un padre y su hijo empujan su propia prisa. Cada uno con la carreta de metal por delante en la cual guardarán fierro viejo, esperando pacientemente a que camiones subiendo pasaje los dejen avanzar. Son las 7:00 am y el frío parece ser la última de sus preocupaciones, y, al igual que los autos, las bicis, camionetas, vagonetas y motos, buscan ganar el paso.

El Metrobús sin pasajeros los esquiva porque tiene que dar vuelta rápido y, ahora sí, dirigirse al...

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