Cero y van dos

AutorJesús Blancornelas

Desayuné manzana y un vaso de leche. Estrené chamarra de cuero y franela. Me la regalaron mis compañeros al cumplir 40 años en el periodismo. También una cachucha negra Nike que compré en El Paso. Camisa blanca. Corbata negra. Pantalón, calcetines y zapatos oscuros. Con un beso me despedí de mi esposa. Luis llegó enchamarrado. Camisa a cuadros y pantalón gris. Le saludé como todas las mañanas. Abrí la portezuela trasera de la Explorer. Lancé al asiento trasero mi maletín con periódicos, libretas, libros y papeles. "¿Y los escoltas?", le pregunté cuando me senté a su lado. Contestó con un "mmmsshh... ¡qué van a venir!" y explicó: les llamó por radio. Estaba conectado a su frecuencia. Pero no fueron.

Subí a la Explorer. Oí las noticias por radio. A tres cuadras y media, sobre la Urano, calle de mi casa, del lado izquierdo había un auto estacionado. "Allí están esos malandros", dijo y siguió como si no los hubiera detectado. Le pregunté qué hacían. "Seguramente andan en una transa por aquí". Me quedé viendo el auto. Buick, último modelo, verde oscuro. Cuatro puertas. Torcí la cara hacia atrás luego que los pasamos. Un tipo sentado adelante y contrario al chofer. El también me miró fijamente. Atrás iban dos pero no alcancé a divisar sus caras ni la del conductor.

Seguimos dos cuadras por la calle Los Angeles. Torcimos a la estrecha Chula Vista. Casi llegábamos a una escuela cuando de repente el auto verde oscuro se atravesó a la Explorer. No nos venía siguiendo. Luis lo hubiera visto. Creo que ellos ya sabían perfectamente nuestras rutas. Nos salieron de atrás por una calle inmediata. No se me borró ni he olvidado la cara del hombre que, lado contrario al volante, bajó el vidrio de la portezuela automáticamente. Sacó el brazo y su pistola. Nos empezó a disparar. "¡Ah cabrón!", dijo mi camarada y metió reversa. Vi cuando tronó el arma cuatro, cinco veces. Nuestro atacante era un joven de entre 25 y 30 años. Pelo negro con gomina. Lentes oscuros redondos con aro plateado ancho. Corbata. Traje. Barba de candado. Nariz chata. Moreno.

Los estruendos me paralizaron. Me quedé viendo fijamente al hombre. Luis me cubrió inmediatamente con su cuerpo lanzándome al piso bajo la guantera. Todavía no me lo explico, pero esa mañana no abroché el cinturón de seguridad. Si lo hubiera llevado no habría tenido tiempo para quitarlo. Sería un blanco fácil.

Reclinada mi cabeza del lado izquierdo sobre el asiento, escuché disparos por todos lados. Vi cómo Valero sin...

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