Chiquimarco, el Divino

AutorDiego Fonseca

Un árbitro que carga la palabra del Dios de Los Justos en la calle y el aliento de Lucifer en el campo. Un árbitro que moraliza sobre la bondad del señor cristiano mientras castiga con Su Espada Proverbial.

Oh, la alegoría. Oh, el verbo. El Verbo. El silbido celestial.

Oh, Marco Antonio Rodríguez, El Divino. Juzga dios por tu boca, hosanna.

Arquetipo del varón chilango de treinticuarentitantos, propietario de un peinado inamovible de gel más que de gracia, Marco Antonio El Divino ha conseguido que en México casi todos comulguen -y rechiflen y blasfemen- por su destierro al Hades sin pelotas.

Se crió en Tepic, en la costa pacífica de Nayarit, y fue el árbitro más joven en dirigir jamás en la Primera División mexicana, pero casi nadie recuerda al prodigio sino a su versión mesiánica, una mala imitación de un cristero futbolero.

Tal vez el problema esté donde debe, el principio. El 10 de diciembre, día de su nacimiento en 1973, el santoral tenía preparado un armario de nombres papales, horribles pero dignamente cristianos para el bebé de don Rodríguez y doña Moreno: Melquíades, Carpóforo, Abundio; Menas y Hermógenes; Mercurio y Gemelo; Gregorio; Sindulfo, Diosdado, Éugrafo. Sin embargo, los padres eligieron Marco Antonio: mejor hacerlo emperador desde chico que hacer caso a la devoción y condenarlo al averno de las burlas infantiles.

Dicen que esa dualidad -ser un emperador con fe, a veces capaz de perdonar- ha permanecido en Marco Antonio. La esposa, devota hasta el cielo, lo hizo un hombre de mayor fe en los años mozos. Marco Antonio El Divino comenzó a asistir a un templo evangélico donde halló pie y, con los años y la fama, se convirtió en pastor de su congregación en Milpa Alta. Allí pasa el tiempo cuando no dirige, ocupado en regar La Voz, preocupado por conseguir financistas y fieles con ahorros que permitan construir nuevos templos. Marco Antonio El Divino ha de sentirse único: domina el púlpito de su parroquia ante multitudes y dirigió más de 400 partidos en las catedrales de la fe más ecuménica y global de la historia de la humanidad. Un hombre de dos religiones, una anomalía celestial.

El ejercicio del pito es inseparable de su fe. Ha...

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