Chivo expiatorio

AutorFernando de Ita

El Festival de Teatro de Nuevo León, que el pasado agosto llegó a su quinta edición, estuvo dedicado al actor, dramaturgo y director regiomontano Luis Martín, uno de los impulsores del teatro mexicano en la ciudad de la silla, tanto en su vertiente nacional como regional. Desde los años 60, el homenajeado dio a conocer en su tierra natal a los autores emblemáticos de la segunda mitad del siglo 20 mexicano, y en compañía de los más destacados autores, actores y directores regiomontanos por nacimiento o adopción, emprendió un movimiento escénico que rindió sus mejores frutos en los años 80, cuando Monterrey se convirtió en la capital del teatro regional del país. Como todos nuestros caudillos culturales, Luis no sólo ejerció el poder sino que lo hizo suyo, ofreciendo, por un lado, excelentes resultados, y resistiéndose al paso del tiempo, por el otro. Su trabajo como creador y promotor del teatro nacional merece el reconocimiento que le brindó su estado, cuando sigue estando en pleno uso de sus facultades como director e investigador del teatro regio.

Uno de los platos fuertes del festival regiomontano fue el estreno de La balada de Miguel Chivo, de Angel Norzagaray, inspirada en La ópera de los tres centavos, de Bertold Brecht y Kurt Weill. Reconocido como uno de los hombres de teatro más vitales y transgresores del país, capaz de enfrentarse a todo tipo de autoridad represora, y de generar un movimiento de teatro regional que colocó de nueva cuenta al noroeste como uno de los polos de atracción de la República del Teatro, sus obras causan tal expectación que el Teatro del Centro de las Artes estaba hasta el tope, repleto de gente de teatro segura de recibir una grata sorpresa.

La música ha sido un elemento importante en el teatro de este autor, actor y director sinaloense avecindado en Mexicali. En El velorio de los mangos y El álamo santo, por ejemplo, la música norteña juega el papel de narrador, de comentarista de la acción dramática. En Cartas al pie de un árbol, el mariachi tiene una escena rompemadres que reivindica la música ranchera como el acompañamiento emocional de la tragicomedia mexicana. Hasta La balada de Miguel Chivo, Norzagaray había mostrado un excelente oído para sus partituras musicales.

Al tomar como referencia una de las parodias musicales más bien logradas del siglo 20 como es La ópera de los tres centavos, el autor y director de la balada se estaba marcando un altísimo nivel de exigencia musical, porque más que la...

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