Christopher Domínguez Michael/ D'Ors, el ángel barroco

AutorChristopher Domínguez Michael

Una vez consumada la separación entre la Iglesia y el Estado en Francia, la abadía de Pontigny fue comprada por un particular, el profesor Paul Desjardins. A partir de 1910, esas ruinas monásticas cistercienses situadas en la Borgoña fueron habilitadas por Desjardins (1859-1940) para recibir, cada verano, a un selecto grupo de intelectuales europeos, llamados a disertar libremente sobre lo humano y lo divino. Durante la entreguerra las entretiens o décades de Pontigny cobraron su verdadera singularidad, al convertirse en uno de los pocos espacios de tolerancia intelectual en el mapa de la Europa del fascismo y del comunismo. André Gide y Charles du Bos, dos de los habitués de Pontigny, dejaron sentidas páginas en sus Diarios, exaltando el matutino rigor de esas jornadas donde los atribulados clérigos del siglo veinte se despertaban en calidad de monjes de San Bernardo.

La nómina de invitados a Pontigny es deslumbrante, e incluye, a Thomas Mann, E.R. Curtius y Max Scheller, al ruso León Chestov, al italiano Alberto Moravia y, entre los franceses, asistieron Gabriel Marcel, André Malraux, Franìois Mauriac, Paul Valéry. Inclusive, se dio una función para iniciados de Asesinato en la catedral, la obra de T.S. Eliot que evoca la muerte del arzobispo y mártir Thomas Beckett. A Pontigny se asistía, durante el mes de agosto, a escuchar una conferencia y a debatirla. En 1931 tocó el honor al escritor español Eugenio d'Ors (1881-1954), quien abordó el Barroco en la abadía.

La democracia sabe ser generosa con quienes la combatieron y a la España de la monarquía constitucional le tocó despojar de sus estigmas a D'Ors, quien en 1937 tomó resuelto partido por las tropas del general Franco, que lo encumbraron hasta la jefatura nacional de Bellas Artes, tras haber culminado con éxito la repatriación de los tesoros del Museo del Prado, que la derrotada República había dejado en custodia de la Sociedad de Naciones en Ginebra. Y durante la segunda guerra mundial, D'Ors se convirtió en "cicerone" del museo, por cuyos pasillos guiaba a fascistas europeos que como Karl Schmitt, Osbert Sitwell o Marinetti, vacacionaban en la amistosa España. Hoy se reconoce, en el autor de La bien plantada, la Oceanografía del tedio, de Tres horas en el Museo del Prado y del Glosario, no sólo a uno de los prosistas más atractivos del siglo español sino al único intelectual que intentó airear, con el viento de la Edad de Plata de los años veinte y treinta, las asfixiantes...

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