Christopher Domínguez Michael / Rey de México

AutorChristopher Domínguez Michael

Nunca es inoportuna la reivindicación histórica de un hombre. Ello me quedó clarísimo cuando, al disponerme a reseñar Don Guillén de Lampart, hijo de sus hazañas (FCE, 2012), cedí a la debilidad de contrastar lo que dice su autora, Andrea Martínez Baracs, con la ficha dedicada a Lampart en el diccionario histórico más cercano al teclado de mi computadora. Habiéndome emocionado, la noche anterior, con el noble retrato que de este aventurero irlandés (1611 ó 1615-1659) fija Martínez Baracs, me asombró leer, en el Diccionario de Historia de España (Alianza, 1979), resumidas, todas las calumnias e imprecisiones que sobre Guillén de Lampart han permanecido inalteradas durante más de tres siglos y contra las cuales, perseverantes e insidiosas, la historiadora mexicana ha escrito esta monografía documental.

Dice este diccionario que "Gabriel de Lamport" fue un irlandés audaz, ambicioso, megalómano, intrigante y "muy inteligente" que llegó a la Nueva España en 1640 en el mismo barco que el Virrey López Pacheco y el Arzobispo Palafox. Algo de eso es cierto, aunque gracias a Martínez Baracs la información se precisa y se contorna: Lampart, "teólogo, astrólogo, gramático, matemático, maestro de retórica, poeta latino", vino a la Nueva España como enviado secreto del conde-duque de Olivares y aquí, guiado por la temeridad y la desventura, cayó en manos de la Inquisición y estando preso, su protector en la villa y corte, fue defenestrado: "Creyéndose situado en el ojo del huracán, Guillén fue engullido por la tormenta".

Lampart fue algo más, mucho más que un espía. Preso, se convirtió en uno de los más valerosos adversarios de la Inquisición, de cuyo sistema criminal, de robo descarado y sevicias sin nombre, no sólo fue víctima sino denunciante. Se solidarizó con los mercaderes y financieros criptojudíos que a partir de 1649 aquí fueron quemados vivos o en efigie, penitenciados y torturados junto con sus familias.

"Lejos de ceder", nos dice Martínez Baracs antes de copiar aquello que rescató Guillén de Lampart del dolor de las víctimas de esa que fue la maestra de todas las máquinas totalitarias de los siglos siguientes, "presa del pánico, aturdido y debilitado por la diaria miseria carcelaria, a las abyectas denuncias comandadas por los inquisidores y su red de informantes, este reo se dedica a documentar, como un heroico agente de Amnistía Internacional que actuara desde las propias mazmorras de alguna implacable dictadura, los abusos y aberraciones...

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