Cine Qua Non / Tarkovski, casi un milagro

AutorRicardo Pohlenz

En las notas en las que el ruso Andrei Tarkovski presenta y describe las razones y argumento de la que sería su última película, El Sacrificio (1986), al referirse a la enfermedad terminal de su personaje, Alexander (Erland Josephson), de la curación milagrosa que se le ofrece y el sacrificio que debe cumplir, omite los avances de su propia enfermedad, un cáncer pulmonar, que lo llevará a la muerte ese mismo año.

Esta omisión tal vez sea por pudor, dado que no busca despertar una simpatía personal; tal vez sea por previsión, al no querer distraer sobre los verdaderas urgencias que lo llevan a realizar una última película: una entrega que va más allá de sí mismo, expuesta en términos alegóricos, en un intento de apercibirse de lo sagrado.

La trayectoria de Tarkovski fue una lucha. Su fe fue una forma de necedad que se enfrentó, en términos visionarios, a un mundo social y político para el que resultaba una incomodidad laureada internacionalmente.

No existía en la Unión Soviética una visión y un don narrativo así desde Sergei Eisenstein. La particularidad vivida por Tarkovski se debe a una vocación por lo sobrenatural que transformó el discurso cinematográfico.

El hilo entre escenas y secuencias fue dado por signos y persistencias, cantado como se canta un poema, rendido a la naturaleza esencial de lo cinematográfico: al retrato del aparecer de las cosas.

Nadie ha hecho cine como Tarkovski. En sus películas se deja insistir en un eco sensual vivido por lo trascendente. Las razones parecen apelar a lo intangible, y no: tiende una representación que alude...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR